lunes, 27 de noviembre de 2006

Nuestra media hora de fama

Simplemente les escribo para comentarles una novedad del restaurante.
¡Salimos en el diario!
Si, así como lo leen.
Es que ayer por la noche vino a cenar el afamado escritor Rodrigo Alvarez Onorio.
Nos fue muy grato contar con su presencia y honró nuestra hospitalidad invitándome a compartir su mesa, donde se ubicaban él y un círculo de amigos íntimos (amigos íntimos míos, ya que él arribó sin compañía y según nos confesó no le gusta comer solo, así que me hizo llamar gente).
Entre copa y copa de vino, comprendí que cuando se presentó al llegar había entendido mal. No era un escritor afamado, sino afanado ("buenas noches, soy el afanado escritor Rodrigo Alvarez Onorio", me dijo cuando entró, siendo que hasta ese momento yo nunca había escuchado de él). Resulta que venía caminando por la calle cuando un grupito de jóvenes, licenciosos y poco amigos de la cultura, mediante amenazas lo despojaron de todo cuanto tenía de valor encima. Entonces, sin dinero y con hambre se acercó a nuestro local para ver que conseguía. Con la hospitalidad que nos caracteriza, nos solidarizamos con él y lo invitamos a quedarse.
Allí nos relató que su libro de mayor tirada fue "Cómo ser exitoso y triunfar en lo que hace". Apenas se vendieron cinco copias del libro, lo cual habla muy mal de su método. Las restantes cinco copias estaban ahora en poder de la barrita que acaba de asaltarlo (nos dijo que siempre llevaba los libros encima por las dudas pudiera vender alguno más de rebote).
Y así estuvimos disfrutando de su compañía un par de horas, escuchando sus anécdotas y relatos (por demás aburridos, pero será que serían medio intelectualoides, capaz).
En un momento que a todos nos tomó por sorpresa, entraron al restaurante cinco muchachones con camperas con tachas, cadenas y pelo largo, con aire de traer problemas.
Al verlos, Alvarez Onorio se ocultó detrás mío y dijo "¡Son ellos, los que me robaron!".
No se escondió a tiempo.
Los delincuentes lo vieron y a grandes pasos se acercaron a nuestra mesa.
-¡Hijo de una gran p(beep)ta!- gritaron - ¡te dijimos que nos des las cosas de valor y nos das ésto? - vociferó quien parecía ser el cabecilla.
Al mismo tiempo, todos alzaron un libro sobre sus cabezas y se lo arrojaron a Alvarez Onorio. Por suerte no recibí ningún golpe ya que me había hecho humo al verlos entrar, y el escritor había quedado al descubierto.
-Esto es una porquería, -se quejó el maleante- este libro es una bosta. ¡Meteteló en el o(beep)to!
Acto seguido , se fueron.
Cuando volví a la mesa, encontré a Alvarez Onorio desvanecido. A juzgar por el tamaño de uno de sus chichones, el golpe de uno de los volúmenes le había hecho golpear la cabeza con una columna que estaba a su espalda.
Rápidamente llamamos a la policía, quienes al llegar reanimaron a Don Rodrigo, aunque no había forma de animarlo mucho que digamos ya que se encontraba francamente deprimido.
También vino un fotógrafo del diario, y bueno, ahí es que salimos en la sección de los policiales.
Yo, ni lerdo ni perezoso, circinvalé el perímetro del hecho con esas cintas plásticas con franjas rojas y blancas que dicen "No pasar" y puse un cartel en la mesa que reza "Aquí comió y fue agredido con sus propias palabras el célebre y afanado escritor Rodrigo Alvarez Onorio".
Y así fue como estuvimos en boca de todos (al menos todos los que leyeron los policiales) por un día.
Alvarez Onorio se fue con la promesa de volver a visitarnos y nos dejó como obsequio uno de sus libros, que muy bien nos vino ya que el cartel de "Aquí comió..." se caía a cada rato por el viento y necesitábamos algo con que trabarlo desde atrás.


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3 comentarios:

Leo dijo...

Buenísimo.

Que bueno que salgas en el diario, ¿viste? tarde o temprano la prensa cae.

Cuando vuelva el Sr. Onorio, ¿podés manguearle un ejemplar?

The Bug dijo...

Leo, si es para vos puedo manguearle los cuatro. De cualquier forma, próximente estimo que trataré de lograr la autorización para publicar algo de él en Polenta con Pajaritos (preferentemente en la carta, en la parte de las pastas, que venimos cortos con la variedad y nos sobra como media página de espacio; al menos mientras mi ayudante empiece a diversificar y pueda salir de los fideos moñitos con manteca).
Aprovecho para invitarte a que te des una vuelta por el local a ver si podemos arreglar algún espectáculo de jazz en vivo (por lo menos mientras el técnico electrónico me demore el arreglo del sonido de la música funcional en el fondo del local, así me tapás el bache, eh?)

Anónimo dijo...

Jaja, creo que a Onorio lo conozco.
Pasa los domingos por la mañana vendiendo libros y medias por el barrio!!!