lunes, 27 de noviembre de 2006

Forense musical, se busca

Hoy pusimos grandes carteles en nuestras vidrieras. "Grandes músicos, se necesitan" dicen en grandes letras de molde. La intención: armar un pequeño grupo de artistas para alegrar nuestras noches y la de nuestros clientes.
Pero (todo parece torcerse rápido aquí en el restaurant) antes que ningún músico llegó otro tipo de profesional: un forense musical. El hombre apareció con su maletín, bastón, levita y bombín negro. Portaba un impresionante mostacho que oscilaba al ritmo de sus palabras.
Ninguno de nosotros sabíamos que es un forense musical, por lo que el caballero procedió a explicarnos didácticamente.
Según nos dijo Emérito Valverde, tal es su nombre, un forense musical es el responsable de analizar (desmenuzar fue el término que utilizó) cada detalle de una pieza musical para determinar si es apta o no para un ambiente de reproducción determinado. Disecciona música, letra y ritmo y esboza sus conclusiones: la pieza es apta para tal o cual segmento de público, puede ser tocada con cuales o tales instrumentos, la luz recomendada para el ambiente debe ser de este o aquel tono, conviene vestir ropas así o asá para favorecer la escucha y cosas por el estilo.
Visto de esta forma, el forense musical era la persona que garantizaría el éxito de nuestra empresa.
Como nosotros en un primer momento no mostramos interés en contratar sus servicios, el señor Valverde nos ofreció una demostración gratis.
Nos pidió que le dijeramos qué tipo de música era la que considerábamos más inocua, mas inofensiva.
Desde atrás de la barra Joselo, uno de los mozos, sugirió que nada puede herir menos sensibilidades que las canciones infantiles.
Don Emérito se sonrió, pidió un café con leche con dos medialunas saladas y silenciosamente se sentó a trabajar sobre una de las mesas.
Lo que sigue a continuación es la monografía que nos entregó al rato:

"Nada es mas ingenuo que una canción infantil. Pues bien, van directo al fracaso si se guían por falacias tan burdas e inverosímiles. Veamos un ejemplo.
Analicemos una pieza, por citar una en particular que bien podría ser cualquiera: Aserrín Aserrán. Veamos.

Aserrín, aserrán,
los maderos de San Juan,

Hasta aquí, la pieza no presenta mayores problemas. De introducción altamente cadenciosa, pretende introducir a los niños al clima de esta historia. Evoca el sonido de las sierras manejadas por hábiles leñadores en los bosques de San Juan. Sin embargo, un simple análisis nos basta para descubir que ¡en San Juan no hay bosques!. Claro, a menos que nos refiramos a San Juan del Norte en Nicaragua pero eso es mucho pretender.
Pasemos por alto el desliz geográfico y prosigamos.

piden pan, no les dan,
piden queso, les dan hueso,

Acá sí entramos en un callejón sin salida. Abuelas, madres, tíos, padrinos y maestras educan a nuestros niños enseñándoles que si piden, minga y que si insisten, palo.
¿Y qué puede deducir un cliente que escucha este tema en el restaurant?
"¿Qué querés?, ¿que te traiga la comida caliente?. Andá prendiéndote vos mismo la hornalla"
"¿Qué querés prostre?, vení, yo te voy a dar postre."
¿Y el remate del tema? Una obra maestra del terror.

y les cortan, el pescuezo.

Dicho de otra forma, el poema instala en la mente de los clientes la certeza de que la cuenta les caerá como guillotina.
Esta es una pieza musical no apta para su difusión en restaurantes, fondas y carritos choripaneros.

Como verán no hay presunción de inocencia en las obras musicales, todas son culpables hasta que el forense musical determine lo contrario."

Mínimamente debemos reconocer que nos dejó con la boca abierta, incluso a Joselo que se había pasado la hora riéndose de Valverde parapetado tras el mostrador.
Emérito nos dejó una tarjeta y quedé en llamarlo.
Preventivamente descolgué todos los carteles de las vidrieras.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Francamente espantoso

The Bug dijo...

Si, ya se que es espantoso, pero don Valverde es así de feo.
Eso sí, muy caballeroso el hombre...