miércoles, 22 de noviembre de 2006

Calidad garantizada

Ayer pelaba unas papas para hacer al horno y encontré una que bajo su piel estaba medio negruzca. Cómo aquí siempre queremos entregar lo mejor a nuestros clientes, no pude conformarme con solamente desecharla. Quién sabe que clases de atropellos se deriven de no expresar mi disgusto ante esta situación, como si de un "el que calla, otorga" se tratase.
Así, recuperé del tacho los trozos de piel que cubrían la papa (he aprendido que para que los reclamos tengan validez debe uno tener a mano el envase original del producto) y con ellos y la papa misma bajo el brazo me encaminé hacia la verdulería.
- Buenos días, vengo a reclamar por mis derechos- increpé al verdulero, que me miró con desconfianza-, mire usted esta papa que acaba de venderme. Observe la tonalidad oscura, aquí.
El dependiente tomó la papa en sus manos y esforzando la vista detectó un minúsculo punto negro en la superficie del tubérculo.
- Ajá, dijo. Se ve que está medio fea esta zona, ¿y por qué no le corta un cacho?
Emití un "pssst!" de suficiencia y le aclaré:
- Vea, yo le pagué la papa al precio de papa, ¿o no le pagué la papa al precio de papa?, ¿acaso me rebajó el precio, para compensar que yo le rebanara un pedazo?. Pues no, entonces yo quiero mi papa enteramente buena, como debe ser.
El verdulero adelantó ambas manos en un gesto concesivo.
- Bueno, bueno, no se ponga así... sígame -me pidió.
Entonces me guió hasta su laboratorio bromatológico (supongo que todas las verdulerías tiene uno en la trastienda). Una vez allí tomó el trozo de cáscara que cubría la zona parduzca y lo colocó debajo de su potente microscopio. Mientra enfocaba el aparato me aclaró:
- No, porque si vamos a averiguar, empecemos por ver donde se origina el problema, ¿entiende?, a ver, ¿qué es lo que tenemos aquí?, ¡ajá! -gritó mientras yo intentaba en vano mirar por el objetivo-, ¿no le decía yo?, el problema no es de acá.
Entonces me explicó que en la piel de la papa estaba incrustada una astilla que por la disposición de las vetas de la madera no podía ser sino de ulmus minor mill, comunmente llamado olmo común o negrillo. Seguramente la astilla proviniera de alguna de las barandas del flete que les trae las bolsas del mercado de concentración. Y, según tenía entendido, de los fleteros que le alcanzan mercadería el único que tenía en la caja de la pickup barandas de olmo era un hombre apodado "el Tito", del cual obtuve dirección, teléfono y chapa patente de su rodado.
Rumbo al Tito fui. Lo encontré sentado en una silla de mimbre tomando una cerveza en la puerta de su casa.
-Buenas tardes, vengo a defender mis atribuciones como consumidor -indiqué alzando un dedo amenazante-, ¿reconoce esta papa?
El fletero miró la papa con curiosidad.
-Mire, le diría que sí. Aunque ahora, fuera de la bolsa y sin cáscara no puedo asegurarlo.
Le mostré la astillita, que inteligentemente había clavado en uno de mis meñíques para no extraviarla.
El fletero asintió, ahora si convencido.
-Bueno, por lo que veo eso es de mi vehículo. Devuélvamelo y veré que puedo hacer.
Después de tres horas de ayudarlo a buscar el rasguño en las barandas para poder restituir la astilla en su lugar ("toda original, la chata" me dijo como para justificar la ardua tarea que estábamos realizando), me invitó a subir a la cabina.
Deslizando hacia adelante parte del respaldo de uno de los asientos, dejó al descubierto una repisa llena de tubos de ensayo, frascos, una centrifugadora al vacío y otros instrumentos que no reconocí (supongo que todos los fleteros tienen un laboratorio de estas características al alcance de la mano).
Tomó una mínima porción de la zona imperfecta de la papa (solanum tuberosum, me dijo que la llamaban los changarines del mercado), la metió en una probeta y le echó no se que líquidos que cambiaban de color rápidamente.
- Está claro. El hongo que produce esta anomalía no es originario de estas zonas, por lo que no hay nada que yo pueda hacer. Si bien el pinchazo aceleró el proceso de descomposición por exposición prematura de la pulpa, el origen del problema es un hongo que la misma papa posee por descuidos en su cultivo, denominado fusarium oxysporum y produce laceraciones de este tipo. La cepa puntual del hongo que afectó la papa, sólo se encuentra en los altiplanos bolivianos, desde donde se importa parte de la producción. Reclame por ese lado.
El resto fue bastante sencillo. Papa en mano me dirigí al mayorista que la vende al fletero, que tiene oficinas en Santiago del Estero. Allí, mediante un sofisticado sistema informático que es capaz de identificar los sedimentos terrosos en los vegetales y efectuando trazas iónicas sobre muestras de los mismos, pudimos determinar que la papa procede de un quintero que trabaja una parcela en la zona donde en épocas de Cristo habitaba la civilización Tiahuanaco-Huari, en Bolivia.
Metí en una bolsa lo que me quedaba de la papa, tomé un charter hasta Chuquisaca y luego de indagar entre los pobladores de la región averigué que una empresa monopolizaba la producción de papa en aquellos lares.
Me presenté en este establecimiento y solicité hablar con "una autoridad responsable" de la firma.
Me atendió un morocho regordete y bien vestido, sentado detrás de un escritorio de madera barata en una habitación rebosante de papas que supongo esperaban a ser embaladas y enviadas a sus distintos destinos.
-Vengo a hacer valer mis derechos porque...
El gordo no me dejó terminar. Me puso tres papas en la mano y me hizo señas para que me fuera.
Lo dejé, me dirigí al aeropuerto, subí al primer vuelo de línea que me trajo de vuelta y acá estoy.
Gracias al fruto de mi reclamo obtuve el 300% de lo que originalmente había comprado, sin incluir la parte buena que rescaté de la papa reclamada.
Hacer valer nuestros derechos rinde sus frutos.

4 comentarios:

porteña dijo...

Mientras volvias triunfador... sonaba la musica de carrozas de Fuego?

The Bug dijo...

Confieso que me apuné y se me taponaron los oidos. Lamentablemente de esta forma me perdí el karaoke que improvisaron en el pasillo del avión.

Anónimo dijo...

Jaja, me reí mucho...
Yo soy el sobrino del morocho panzón...

The Bug dijo...

Ok, pero si es que te mandó tu tío para acá, te aclaro que las papas ya las usé.