Él, que está todo el día dale que dale con que "¿dónde vamos a conseguir otro chef como él?", "si no fuera por mí esto se transforma en un bodegón de cuarta" y "por la guita que gano, agradecé que te hago cocina internacional".
Llegó sobre la hora, cuando ya estábamos poniéndonos nerviosos porque casi se nos acababan los platitos con porotos en escabeche y lengua a la vinagreta que usamos para mantener entretenidos a los clientes cuando sabemos que se nos demora un pedido. Incluso en una de las mesas, un morocho al que ya le habíamos hecho comer unas cuatro porciones de porotos, nos llegó a advertir que "uno más que se acerca con un plato de porotos y les juro que se los meto en el culo, uno por uno. ¡Y después el plato de canto!".
Cuando lo vimos entrar, lo quisimos acogotar.
-¡Eh! Paren la mano, -nos dijo a la defensiva- en cinco minutos les saco todos los pedidos. ¿O quién es el chef acá? Eso sí, no me molesten mientras cocino.
Como yo mucha confianza no le tengo, me hice el sota y me quedé espiando por la ventanita por donde saca los platos preparados para que los repartan los mozos.
Ahí lo ví.
Abriendo latas, vertiendo el contenido sobre los platos y después metiendo estos últimos dentro del microondas.
Cuando se sentó sobre la mesada a esperar los dos minutos y medio de calentamiento, me descubrió. Blanco se quedó, blanco como huevo fantasma.
Inmediatamente se puso a llorar y patalear desconsoladamente.
Entré a la cocina e intenté calmarlo. Era inútil.
Que "¡cómo he caido tan bajo!", decía, que "lo hice inconcientemente", explicaba. La cuestión es que del soberbio, altanero, pedante y asquerosamente egocéntrico Toni no quedó ni la sombra.
Me hizo prometerle que no le contaría a nadie de tamaña bajeza.
Me dijo que él quería curarse, pero era más fuerte que él, que lo ayudara.
Después de hacer un par de llamadas telefónicas a las personas indicadas, le conseguí una vacante en una terapia grupal que coordina la Asociación de Usadores Compulsivos de Microondas.
Me comprometí a acompañarlo, si el me prometía a su vez dejar este feo vicio.
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