martes, 6 de febrero de 2007

La inauguración del centro de convenciones

En el restaurante estamos encantados.
Enfrente, habilitaron un centro de convenciones municipal. La sala es enorme y se utilizará tanto como sede de importantes convenciones como sala de teatro para distintas actividades culturales.
Creemos que nuestro comedor se verá favorecido por la gente que antes, después o en los coffee-break de las largas jornadas se acercará a comer o tomar algo.
Pero, tememos que también algo de inseguridad nos traiga el probable incremento en la clientela.
Algo de eso ocurrió el día de la inauguración.
Estábamos cerrando en el anochecer de un día agitado por la inusual clientela y mientras apilaba las sillas, ya envuelto el local en penumbras por las pocas luces que todavía estaban prendidas, sentí como si una sombra se escurriera por detrás mío hacia la zona de los baños. Como no vi nada al voltear la cabeza, fue una sensación que dejé pasar.
Pero al rato volvía a percibir un movimiento acompañado de un ruido.
Esta vez sí, tomé acción porque una casi invisible silueta se movió detrás mío.
Lisa y llanamente, le partí a la sombra una silla en la cabeza.
Una vez que cayó al piso, quedé entre asombrado y asustado.
No tuve tiempo de meditar demasiado.
La sombra que había intuido inicialmente regresó desde la zona de baños gritando y convertida en una silueta consistente. Estaba vestida de negro y encapuchada. No entendí el idioma en que me increpaba.
Para mí era un ninja. Y no de los buenos, porque se tiró hacia mí con tan mala fortuna que logré calzarle un puñetazo en pleno rostro y creo que después ni se imaginó desde donde le tiraron tantas patadas.
En ese mismo instante, una fuerza invisible jaló de mí hacia atrás y vi que Joselo y dos hombres desconocidos intentaban sujetarme, mientras yo seguía repartiendo puntapiés.
Me inmovilizaron y tranquilizaron.
Después asistieron a los dos maltrechos ninjas. Uno de ellos se repuso bastante, el otro quedó tendido en el piso a la espera de una ambulancia.
En ese momento me explicaron todo.
Si bien comprendí la situación, justifico mi accionar.
No es mi culpa si para la inauguración del centro de convenciones decidieran contratar a un grupo dependiente del Teatro Negro de Praga y justo se les ocurra visitarnos sin previo aviso, de noche y sin haber cambiado su vestuario.

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