La semana pasada empecé a concurrir a un taller de teatro.
Es algo que siempre quise hacer pero nunca me había animado a empezar.
Tantos años de demora para darme este gusto se deben en parte a mi clásica timidez, al haber priorizado simpre otras cosas o por la avaricia que todos ven en mí y me impide pagar el alto precio de la fama. La cosa es que empecé.
Todo muy lindo, la verdad.
Estuvimos haciendo algunos ejercicios para que el profesor nos fuera conociendo y me contentaron mucho los resultados.
El profe dijo que tengo una veta artística muy importante, que si bien dejo que mi expresividad se eleve hacia el cielo mantengo los pies firme sobre la tierra. Eso sí, recién empiezo y todavía estoy un poco verde con esto de las caracterizaciones. Sacando las metáforas en sus apreciaciones, me dijo que me reservaba un papel de árbol en la muestra de fin de año ya que me veía bien tronco.
Nos comentó que hay muchos estudios actorales que están buscando actores para sus elencos, que estuviéramos atentos a esas oportunidades.
-¿Y qué clase de estudio nos recomienda? - pregunté.
Me miró atentamente mientras elegía las palabras.
-Por lo que vi hoy, en tu caso particular, si tengo que recomendarte un estudio te diría que empieces con un electroencefalograma.
No entendí del todo qué quiso decirme.
-Y algunas horas de diván tampoco te vendrían mal. - añadió para terminar.
1 comentario:
Emocionante relato, amigo.
Me recuerda aquella oportunidad en que el maestro Brisky me ofreció el papel de liquen en la muestra de fin de curso.
No podía decidir si yo era un vegetal o un animal.
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