Fuimos a Mundo Marino.
Llovió todo el santo día.
Y no una lluvia común, de esas que solamente cae agua de arriba. No.
Llovió como para llenar la pileta, con vientos arremolinados que hacían que te mojes de frente, de costado, de abajo y hasta te pegaba el agua en la planta de los pies, cuando los levantabas para caminar.
No quiero exagerar, pero como sería la cosa que incluso los lobos marinos no salían del agua para no mojarse.
Truenos, relámpagos, rayos y centellas adornaban el cielo y los árboles se agitaban.
En uno de los espectáculos, la orca hizo un salto fuera del agua para tocar una pelota suspendida bien alto y era tal el viento que la levantó en el aire y la hizo planear hasta la reserva de pingüinos. Un desastre, sobre todo para los pingüinos. Si los vieran a todos ellos, antes que se los devorara el cetáceo volador, soplando juntitos en contra del viento tratando de lograr que la orca acuatice en otro lado.
Comerciantes a más no poder, los encargados de la reserva tuvieron una idea colosal: colocaron en la entrada un cartel que decía: “Hoy, nuevo espectáculo: Tsunami en vivo”.
1 comentario:
=D
mencantó
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