Resulta que en el centro de convenciones de la vereda de enfrente hubo una convención de cirujanos plásticos y nutricionistas.
Atentos a la movida, llenamos la vereda de carteles promocionando los platos del día: todos auténticos productos dietéticos y con menos calorías que una porción de aglomerado.
Esperábamos de esta forma atrapar a la concurrencia de la disertación a la hora del almuerzo.
En cierta forma lo logramos.
Nos quemaron tres autos en la puerta del local (por suerte todos de proveedores y acreedores), bloquearon las calles que llevan hacia nuestro local y robaron las rosas que la Chola, la vecina de enfrente, tiene en su jardincito delantero.
¿Y todo por qué? En repudio a la comida sana.
Escuchamos por la televisión del comedor un reportaje en vivo a un médico quejándose con las siguientes palabras:
"Basta. Basta ya de este tipo de negocios que sólo favorece a unos pocos. ¿Qué es lo que está haciendo el gobierno para proteger nuestra fuente de trabajo?, ¡nada!. Porque tienen que saber, compañeros periodistas, que detrás de cada milanesa de soja, escondidos bajo una capa de mermelada dietética, ocultos por un atado de acelga, se encuentra un hijo de cirujano plástico que no puede engordar con salud porque su padre no tiene una mísera liposucción que llevar a cabo."
La protesta se estaba saliendo de madre.
Nos bombardearon el frente del restaurante con bombas caseras hechas con cuerito de pollo y grasa de asado.
Leyendas del estilo de "Ni yankees ni marxistas: nutricionistas" cubrieron nuestrasparedes y nuestros pizarrones de oferta.
Quise salir a la calle a calmar a las masas médicas.
No hubo forma: me corrieron como tres cuadras, pero luego me dejaron escapar por temor a que adelgace demasiado y perdiesen un potencial cliente.
Vaya uno a saber lo que ocurrió finalmente en el restaurante.
Vaya uno a saber lo que ocurrió finalmente en el restaurante.
Allá los dejé a Joselo, Tony, el Rata y algunos parroquianos resistiendo el asedio. Confío en que me perdonen la huida creyendo que fui capturado por las brutales hordas.
Tal vez los médicos tuviesen razón. Tanta dieta está rompiendo el ecosistema humano que tan frágilmente se mantuvo naturalmente durante muchos años.
¿Qué sería de ellos si desaparecieran los gordos, los estéticamente disconformes?
"¡Qué buena pregunta!", me dije mientras tironeaba con dientes y uñas un trozo de carne tenazmente adherido a un hueso de asado.
3 comentarios:
Disculpe que se lo diga con tanta crudeza y jugosidad, maestro.
Pero viendo las consignas y pancartas de los galenos, usted debío mostrar más empatía.
Un menu acorde hubiera sido: Mollejas al verdeo, riñoncito a la plancha y parrillada con ubre.
Rescatesé, maestro.
no me hable de crudo y jugoso, que se me viene encima el Sindicato de Asadores con más protestas por el temita este de matar las bacterias de la carne con el calor de las brasas.
Definitivamente, tanta lucha contra el colesterol va a matarnos.
Hay que hacer una campaña: señora, señor, niño, niña: guarde su rollito; no lo adelgace. El rollo de hoy será la liposucción de mañana. Guarde su rollo para que un cirujano tenga trabajo.
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