Sin embargo, aclaran que no se tolerarían los castigos con varas de mimbre y que ellos se refieren a palmaditas correctivas como medios disuasivos para que los estudiantes no se hagan los pistolas y presten más atención a las clases.
¡Ah, bueno! Menos mal que un premio Nobel en química forma parte del grupo, que si hubiera sido premiado en sicología capaz que pedían rapar a todos los pibes y darles de patadas en el culo hasta que los zapatos se achiquen por lo menos un número por el desgaste.
Y no es joda, en esta nota del diario Clarín lo pueden ver en detalle.
Ya veo que dentro de poco los japoneses saldrán a golpear sus cacelolas en las calles, reclamando por el fin de la violencia escolar y exigiendo que los profesores no concurran armados a los colegios ni con manrikigusaris ni con hanbos.
No sería improbable que luego los inspectores de escuela concurran a las mismas con katanas y estrellitas ninja (shuriken, bah) y le hagan vasectomía gratis a los profesores demasiado indulgentes y por ello contrarios a las nuevas políticas educativas.
No descartaría tampoco la rehabilitación de mazmorras en los sótanos del ministerio de educación, donde los inspectores poco audaces serían molidos a palos para delicia del emperador.
Nuestro país, en donde sólo los alumnos concurren armados, está a años luz de la cultura milenaria de Japón.
No hay caso, seguimos siendo del tercer mundo.
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