sábado, 9 de septiembre de 2006

Más vale que zozobre y no que fafalte

¿Vieron que cuando la tecnología llega a un límite, la mejora a todos los problemas pasa por la cantidad?
Sino fíjense en los comerciales de las toallitas femeninas o las maquinitas de afeitar.
En el caso de las toallitas, desde la ya no tan reciente aparición del gel absorvente (puede aplicarse el mismo razonamiento a los pañales), el mayor logro a sido meter capas y capas de material absorvente para mantenerte seca.
Tenés la capa que te proteje la chabomba, otra que absorve toda la humedad, una tercera que evita que la humedad (¿no estaba absorvida?) vuelva a escaparse por donde entró y algunas más que entre otras cosas evitan las paspaduras, te protegen del viento, te dejan andar en bicicleta o te depilan químicamente.
Por el lado de las maquinitas, puedo hablar con mayor causa y concluyo que estos arados faciales (más o menos como los ha sabido definir muy bien mi esposa) son el ejemplo perfecto para lo que quiero decir.
Desde la aparición de las maquinitas desechables y la banda lubricante el único avance es agregar más bandas lubricantes y más cuchillas.
Cuando apareció la primera con doble cuchilla te mostraban una animación en donde la primer cuchilla te levantaba el vello y la segunda te lo rasuraba. ¿Es que la primer cuchilla debe tener poco filo? La cuestión que el pelo te quedaba unas décimas de milímetro por debajo de la piel.
Ahora, con la aparición de la máquina con tres cuchillas, resulta que ni la primera ni la segunda cortan el vello, sino que lo torturan un poco hasta que la tercera lo cercena. Ahora sí, es necesario que la segunda cuchilla funcione peor que la de la máquina doble, porque siendo el efecto final el mismo, cae de maduro.
Recientemente apareció una máquinita con cuatro cuchillas, con lo cual las tres primeras cuchillas no hacen más que tironear el pelo para sacarlo bien afuera.
Si siguen así, cuando lleguemos a las nueve o diez cuchillas, ¡no quedará más pelo para cortar! Cada una de las cuchillas lo habrá arrancado completamente como si se tratara de una pinzita de depilar antes que la última cuchilla encuentre algo para cortar.
¿Cuál es el límite? El peso que la mano pueda sostener conforme vayan agregándose más cuchillas.
¿La solución a este problema? La máquina de afeitar de mesa: se asienta la base con las docenas de cuchillas sobre la mesa y uno tendrá que limitarse a fregar la cara contra la superficie cortante, cual gato contra la pierna del amo.
Por eso yo estoy pensando seriamente plegarme a la moda Raúl Castell.
Más vale pecar de barbudo que terminar con una hemorragia irreversible debido a los múltiples cortes por pasarse de lado la maquinita hectacuchilla.

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