miércoles, 13 de septiembre de 2006

Algo suena a hueco en el lenguaje

No bastan ya los Biff! Pum! Crash! Screeeeee! que suelen representar, junto a una amplia gama de vocablos, aquellos sonidos que en realidad no pueden ser escritos.
Uno debe imaginarse la verdadera onda sonora que los origina, aquella que retumbó en la cabeza de aquel que en un golpe de inspiración la tradujo lo mejor que pudo a letras concatenadas.
Me refiero ni más ni menos que a las onomatopeyas. Las hay tontas y complejas, las ciertas y refutables.
Por ejemplo, no conozco chanchos que hagan oink, autos que suenen bruuummm, revólveres que se oigan como pum ni balas que reboten como ping contra un objeto de metal. Cuanto menos son simples e imperfectos.
Hay otros, como crash, shhhhh, toc toc y riiiing entre otros, que por si mismo evocan la situación que los provoca y poseen una riqueza tonal que los hace valer por sí mismos.
Sin embargo, hay un hueco importante en el lenguaje actual que no ha sabido o podido incorporar nuevas onomatopeyas para representar aquellos sonidos que devienen de las nuevas tecnologías.
Así como muchos científicos han pasado a la historia por nombrar y describir elementos químicos que no fueron descubiertos o creados hasta mucho tiempo después, tan sólo habiendo anticipado su existencia, tal vez pueda anotarme un poroto en la carrera de la evolución del lenguaje humano acuñando un término para estas expresiones que aún permanecen inexpugnablemente fuera del alcance de los tenaces lingüistas.
Me refiero ni más ni menos a las tecnomatopeyas.
Las tecnomatopeyas, de las cuales aún no he escuchado una, entrarán prontamente en nuestras vidas. Es innegable que están por llegar, casi pueden olerse.
Tal vez puedan ustedes entrar por la puerta grande de la humanidad o por lo menos ganarse una entrada en la Wikipedia si pueden poner en mano de los hombres la justa combinación de letras que describen el agonizar de un disco rígido cuando se apaga una PC, el crujido de las cada vez más obsoletas disketteras cuando leen un archivo, el clásico sonido de un microondas irradiando material orgánico, el indefinible sonido del velcro cuando se separa de su parte opuesta, el molesto zumbido de la parte trasera de algunos monitores combinado con el producido por los ventiladores de las fuentes de las computadoras o el sordo ruido del silencio cuando nos damos cuenta de que gozamos de unos buenos y saludables cinco minutos libres de toda tecnología.

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