martes, 19 de diciembre de 2006

Visita al yopin II (la revancha)

Hace un rato escuché o leí algo que me hizo acordar de la siguiente anécdota, ocurrida más o menos por la fecha en la que escribí la primera parte de este artículo y por alguna razón la había escondido en el subconciente.
Ojo, que esto me ocurrió denserio, eh?

Luego de una larga caminata por uno de los shopping de la ciudad, regresábamos con mi esposa e hija rumbo a los estacionamientos.
Cómo estábamos en otro nivel (me refiero al piso, no al económico porque como siempre salimos sin comprar nada) optamos por tomar uno de los tres ascensores que haý en ese ala del complejo.
Estábamos esperando uno de los tres y yo (impaciente como siempre) apoyaba la mejilla contra el vidrio de la puerta y mirando el hueco del ascensor de arriba-abajo para saber si la cabina iba o venía con respecto a nuestro piso, para ver si nos convenía esperar primero alguno de los otros dos.
En un momento le dije a mi esposa algo así como "vení, este es el que sube".
Una mujer de unos veintipico escuchó el anuncio y dirigiéndose hacia mí (se ve que pensaba que yo la manyaba lunga) dijo señalando la puerta de uno de los otros ascensores:
-¿Y no sabe si por acá pasa el que baja?
Me quedé sin palabras. Simplemente la miré entre asombrado e incrédulo, sin contestar.
Perdí la capacidad mental y no puedo armar bien la escena, pero creo que me dijo algo así como "ah, claro" dio media vuelta y desapareció por la primer puerta que se abrió. Tan perplejos quedamos que recién dos días después comenté el hecho con mi mujer y aflojamos la risa.
¿Pensó por un momento que los ascensores son una cinta sin fin, una montaña rusa ultra reprimida?
No sé, francamente no sé.
Y ella tampoco.

(¡Ah! Gracias por las primeras 1000 visitas)

Esta semana me pegó por mirar videos en internet y encontré algunas cosillas que pienso utilizar en el restaurante. Miren a este tipo que hace dibujos en el café con leche.

1 comentario:

Jorge Mux dijo...

Hace poco me contaron una anécdota que me dejó quizás con el mismo grado de perplejidad.

Después de un partido de fútbol, tres amigos se quedaron en la cancha, al aire libre, tomando gaseosas. Empezó a hacer frío y la bebida helada los enfriaba más aun. La puerta que daba a los vestuarios estaba abierta. Uno de ellos gritó casi tiritando: "cerrá la puerta que me estoy cagando de frío"

No era un chiste.