lunes, 11 de agosto de 2008

¡Tomá, para que aprendas!

No se muy bien por qué, mientras cenaba me acordé de algo que me pasó cuando iba a tercer o cuarto grado de la primaria.
Una de las cosas que recuerdo es que me había atacado por esa época una necesidad viral de leer cuanto libro, revista o historietas se me cruzaran por delante. Una necesidad que luego se transformó en vicio y que aún no me ha abandonado. Tal vez ahora sea más selectivo. Ya no leo la guía telefónica ni los prospectos médicos impresos en letra muy chiquita.
La cuestión es que, a los 9 años, texto que veía texto que leía.
La anécdota que acabo de recordar pasó durante una clase de matemáticas.
Yo estaba leyendo una historieta a escondidas mientras la maestra explicaba algún tema que no recuerdo pero no era de mi interés. Cómo nunca me costó el estudio, me solía tirar más bien a chanta, por ejemplo, dibujando, escribiendo o leyendo en clases.
Supongo que habrá habido un par de retos previos, pero no lo recuerdo.
La cuestión es que recuerdo que en determinado momento levanté los ojos de la revista y ví a la maestra parada frente a mí, con los brazos en jarra, a punto de empezar a gritarme: "¿otra vez con la revistita?, ya le dije que se la voy a sacar, ¡deme eso para acá!"
Acto seguido me arrebató la revista de las manos y me desafió: "¿estás contento ahora?, ahora no te voy a devolver la revista hasta que terminen las clases".
Supongo que me habré encogido de hombros o puse cara de quemimporta, a juzgar por la reacción de Mirtha (sí, así se llamaba la seño, cuyas mejores herramientas sicopedagógicas consistían en pegar el chicle en la nariz a quienes mascaban en clase, arrojarle el borrador a los distraídos, tener un stock de bonetes que decían "burro" y orejeras para caballo hechas en cartulina para los que se pasan la clase mirando el banco de al lado... un amor la Mirtha).
Ella tomó la revista, indignadísima y le arrancó una hoja.
Con una mueca irónica en el rostro, me miró esperando mi reacción.
Miré a mi copañero de banco, luego a ella y me sonreí.
Eso la debió enfurecer mas, porque agarró las hojas y empezó a destrozarlas, como si quisiese depegarles las viñetas.
La revista quedó hecha pedazos, casi toda en el piso y partes aún en manos de la maestra.
Me miró con asco y me volvió a desafiar: "¿todavía le da risa, maleducado?".
Creo haber asentido con la cabeza, con una sonrisa aún más grande en la cara.
La bruja estalló: "ahora se va a ir a reir a la dirección, ¿qué es lo que le da tanta risa?"
Miré nuevamente a mi compañero de banco y sin mirar esta vez a la maestra le respondí: "lo que pasa es que la revista es de él".
A diferencia mía, el gordo no se reía, estaba pálido y creo que hasta una lágrima le humedeció el borde de los ojos.

8 comentarios:

Mar dijo...

Pobre!

A mi las maestras no me tiraban borradores, y eso que hablaba mucho en clase pero si me ponían notitas en el cuaderno, avisandole a mi mamá que era muy charleta.

Anónimo dijo...

Las maestras no cambian... son todas unas wachas. a mi me tiraban una tiza en la frente y me decían burra de miercole!

Jorge Mux dijo...

Qué barbaridad esa maestra.
Yo le hubiera puesto a usted un bonete de burro y unas orejeras, y le habría agregado el castigo de que los tenga puestos hasta, más o menos, los treinta y siete años.
Así la educación no va a avanzar.

Anónimo dijo...

Todavía te estaba buscando BUg. Ahora que te encontré te voy a romper el blog delante de todos. (Aunque me dé lástima porque todavía no le sacaste la fundita de nylon).

.

Ajenjo dijo...

Que profesional tu maestra ¿nadie le contó que hasta una revista se considera propiedad privada?

slds
A

El Profe dijo...

Si fue la revista que elegiste de imagen para este post, con más razón lloraría el gordito hoy cuesta cerca de 175.000 dólares.

Que lindo es volver a recordar momentos ya pasados, sobre todo de la niñez.

¡Un abrazo!

Vachi dijo...

Me identifiqué mucho con lo de leer cualquier cosa cuando niños. Juaa!! Yo me acuerdo que me pasaba lo mismo. Era compulsiva. Me alegro que hayas podido superar lo de la guía y los prospectos. Yo debo reconocer que aún hoy alguna leidita le pego a las guías, pero así bien rapidito, como quien no quiere la cosa... lo mismo con los diccionarios de sinónimos y antónimos, en cualquier idioma. Esa fue mi peor debilidad en cuanto a lo que de leer por leer se trata.
Saludos Bug!!!

The Bug dijo...

Tibu: es usted una afortunada.
Las notitas no dejan chichones.

Anónimo: sus maestras eran de buena puntería si le acertaban siempre en la frente.

Mux: por eso hablo ahora y no antes.
Es que hace pocos meses me levantaron el castigo y estaba haciendo buena letra.

Gordito de la revista: además era yo el que te sacaba las figus del portafolios (si, en mi época no se usaban las mochilas... ¿y qué?)

Si, Ajenjo, mi maestra era tan profesional como un kelper.

Profe: con ese nombre no se atreva a opinar porque lo agarramos entre todos y le hacemos comprar una revista para cada uno de nosotros.

Vachi, yo no sólo leía cualquier cosa.
Era cualquier cosa leyendo, también.