Todavía no me hallaron.
Ayer Joselo entró intempestivamente al cuartito de limpieza y pensé que mi fuga estaba arruinada. Pasan meses sin que nadie entre y justo ahora a alguien se le ocurre asomar la cabeza.
Por suerte sólo echó mano al lampazo porque al parecer entre las tiras de fieltro esconde una botella de anís turco.
Sin embargo, el incidente me demostró que el lugar es inseguro.
Así que repté pegado al zócalo hacia una escalera que sube hacia una trampilla que comunica con el hueco que queda entre el cielo raso suspendido y el techo.
Con la notebook que robé a mi ex-siquiatra a cuestas, pensé en conectarme a internet para actualizar el blog (el maldito y desquiciante blog) aprovechando el servicio wi-fi del bar.
Grande fue mi sorpresa al encontrar en el techo y haciéndo gestos suplicándome silencio al gran Leónidas Zacarías, el mago que años atrás supo traer el dueño del restaurante para amenizar las sobremesas de las cenas de los viernes y sábados.
El aspecto de este hombre distaba mucho de lo que uno suele catalogar como humano.
Las decenas de meses viviendo en ese hueco de amplia superficie pero de poca altura -no más de setenta centímetros de alto- lo habían transformado en una masa de despojos.
Los pelos colgando hasta el suelo (es decir hasta el techo) y la ropa ya inexistente de tanto raspar tanto panza como espalda en las rústicas superficies que lo ensanguchan daban un aspecto mísero a su persona.
Así como escribir mucho con lapicera te provoca callos en el dedo índice, él había desarrollado unas deformaciones en las uñas que le servían para afirmarse clávandolas en el yeso o en el tejido panal de abeja de alambre.
Los ojos se le habían vuelto saltones y aptos para la oscuridad, atentos para descubrir cualquier insecto o animalito que le aportara mayores nutrientes que la mampostería descascarada o la colonia de moho que cultivaba en uno de los rincones.
¡Cuanto dolor se veía en sus ojos!
Recuerdo vívidamente la noche en que hizo un truco de escapismo fantástico que provocó el asombro de los comensales y la caida de los almanaques de la pared a causa de los aplausos.
Nunca más apareció, el show quedó trunco y jamás volvimos -hasta ahora- a tener noticias de él.
¿Qué tenebrosos pensamientos pueden acorralar el alma humana para que un hombre tome la dramática decisión de autoaislarse en forma definitiva?
¡Cuán grande es el desgarro emocional que debió haber sufrido para que esta triste vida, mísera y repugnante vida, sea preferible a convivir con sus semejantes!
¿Qué secretos y torturas oculta alguien que soporta esto?
Dame fuerzas, Señor, para entender los aciagos caminos de la humanidad.
¿Hacia donde vamos, como especie, cuando uno de sus hijos decide suicidarse socialmente como esta pobre criatura y los demás no vemos su desaparición más que como una anécdota?
Con lágrimas en los ojos y temblando de la impotencia que atenazaba mis músculos le dije, le supliqué, le gemí: "¿Qué es lo que te ha pasado, por amor del altísimo?".
Aferrándose a mis brazos, clavándome involuntariamente sus uñas sucias de yeso, acercó su cara a la mía.
Con una gris expresión en los ojos me respondió: "Gracias a Dios que me encontraste, hermano. Por escaparme, me subí al techo y me perdí".
7 comentarios:
Maestro? Soy solo yo o alquien mas siente que Don Bug desde que se escapó del neuropsiquiátrico, escribe aún mejor, si eso es posible??
¿Cómo puede pensar en abandonarnos solos a nuestra suerte???
¡Guau, Chinita!
¡Me acaba de escribir un "soy solo yo..."!
Lástima que me da vergüenza y un ataque de modestia publicarlo.
A ver, mándeme uno en serio...
no sé, hermana, pero no puede largar la medicación así como así, sin supervisión! mirá cómo escribe!
Don Bug:
¿Me podría pasar los datos de los constructores del cielo raso suspendido del bar?. Quiero instalar uno igual en el galpón. Por lo visto ese sí que es bueno.
Dicen que cuando a un mago no le sale un truco, lo que debe hacer de inmediato es el "truco de la desaparición", que necesariamente es bueno, puesto que desaparece para siempre de verdad.
Los buenos trucos no son solo trucos, y hay pocos (como Zacarías) que realmente se la juegan.
Aldana, mejor consígase unos constructores porque éstos, si bien buenos, fueron muy irresponsables y no han terminado su obra.
De hecho, han dejado su trabajo suspendido (¡Cuac!).
Jorge, muy cierta la dicencia.
Algunos deberíamos hacer lo mismo después de escribir ciertas cosas...
Epa, epa!!!
Cómo estamos, eh!!!
Veo que la medicación le viene bien... O la locura, tal vez...
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