Se miraron el uno al otro como si toda la furia del mundo estuviera pujando por salir, contenida apenas por la fina córnea de sus ojos.
Ambos, con un leve contoneo del cuerpo y tensando cada uno de los músculos -prestos como resortes de una maquinaria destructiva a punto de salirse de control- mostraban en su actitud nervios, ansiedad y temor en partes iguales.
Quien iba a arbitrar la contienda, hablaba mitad con la boca y mitad con las manos, explicando reglas y brindando consejos que de cualquier manera nadie escuchaba.
A pesar de lo que cada uno de los contrincantes hubiera deseado, no se permitía la competencia a puño desnudo. Cada uno llevaba brillantes guantes de boxeo.
Solos, a excepción del árbitro, bailoteando bajo la luz de las farolas y los reflectores que enceguecían con sólo mirar los focos y soportar durante unos segundos la embestida feroz de langostas, cascarudos y otros perdigones voladores.
El club estaba lleno. Las tribunas de la cancha de basket -en cuyo centro habían improvisado el cuadrilátero que no era ni ring ni escenario- rebosaban de hombres y mujeres; éstas alcanzando a aquellos los vasos de acero con bebidas y los familiares de milanesa.
Cada espectador tenía a su favorito, aunque hubiera cambiado de bando una y mil veces, a medida que los elegidos fueron cayendo en las elimitarorias.
Ahora, en la final, sólo era el uno o el otro, sin medias tintas.
El murmullo crecía y un pequeño sarpullido de sudor molestaba en la nuca de los acalorados contendientes.
Uno de ellos golpeaba nerviosamente los guantes entre sí, moviéndose de izquierda a derecha y, sin parpadear siquiera, los ojos fijos en el otro par de ojos que lo estudiaban con el mismo afán de conquista.
El calor subía desde el piso, donde mugrientos chiquitos se arrastraban indiferentes a todo lo que no fuera buscar chapitas de gaseosa o de cerveza en el embaldosado deslucido.
Apenas unos segundos distaban del sonido deshipnotizante de la campana, apenas unos golpes de aguja en el reloj los separaban de la vorágine.
El árbitro se apartó un poco y levantó una de sus manos. Se quedó esperando que los combatientes cruzaran caballerosamente sus guantes pero pronto se resignó a que el gesto nunca iba a hacerse realidad. Dejó al fin desplomar su brazo.
Gong.
Sin demora, como percutores de revólver, ambos deportistas se entregaron en cuerpo y alma y - sin usar las manos invalidadas por aquellos guantes- sumergieron impiadosamente sus rostros en las fuentes con harina, buceando ahogados entre el polvo blanco, rastreando con sus bocas el caramelo esquivo que desde el fondo del recipiente los ascendería a la victoria.
8 comentarios:
Vale la pena el café no compartido.
Aldana, me alegro que te gustara.
Tenía todas esas imágenes dando vueltas en la cabeza desde hace unos días pero recién ayer le pude dar una forma concreta.
La verdad es que dudé en subir ese texto porque es muy diferente a todo lo otro que suelo postear por acá y tenía la sensación de que iba a desentonar bastante.
Al final decidí hacerlo y probablemente no sea la última vez que le pegue un uppercut al estilo de los textos del blog.
Bravooo!!!
He sido remontada a mi pequeñitud... Cuando vuelva le comento algo.
Para no seguir pidiendo extraordinarios platos y quedarme en una insulsa contemplación, paso a felicitarlo por la mixtura en el último párrafo. Me encantan esos finales inesperados. Saludos
Val: usted pida los platos extraordinarios que quiera. Eso sí, como supondrá, pedir no es sinónimo de garantía: somos lo que somos y hay lo que hay.
Val: Ah! Y gracias por sus felicitaciones (estuve a un paso de ser descortés en exceso)
Hola Bug. Ando preparando una pequeña antología de textos en blogs para alumnos de instituto.
Vuestra iniciativa de ¿Qué estás buscando? me llama la atención, además descubro tus blogs porpios y los de Jorge Mux. Me pregunto si tendrás inconveniente en que use algún texto, por ejemplo este, muy sugerente. No es para publicación en pepel, en todo caso en alguna revista digital y, sobre todo, para trabajarlos en clase. Soy profa de literatura.
Volveré por si me das la venia. Y en cualquier caso.
Un saludo
Pilar, estoy encantado de que algunos de estos textos puedan ser de utilidad para tu proyecto.
Si esa revista digital sale a la luz, me encantaría leerla.
Te dejo un abrazo transatlántico.
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