Acabo de hacer un descubrimiento asombroso que revolucionará mi vida en forma definitiva.
Apenas bastó un poco de meditación al sol bajando un par de panchos que nos zampamos con mi hija en La Florida para lograr el vuelco más importante –no me caben dudas- en la evolución del pensamiento humano. Tan simple y tan plausible, como lógico y loable sería que Einstein hubiera desarrollado en un tris la teoría de la relatividad mientras lastraba una porción de lupines.
El tema es que acabo de descubrir que lo se todo. Si, si, todo, todo.
La demostración es harto sencilla: basta que diga una palabra, frase o fonema para luego descubrir que existe una pregunta para la cual mi dicho es la respuesta perfecta. Diga lo que diga es correcto para dicha pregunta.
Por ejemplo, básteme decir “lechuga”, “1918”, “zucundún” y/o “drip” para que fluyan de mi mente –o la de cualquiera, no quiero desmerecerlos- preguntas como “¿cuál es la planta herbácea cuyas hojas se come por excelencia en ensaladas?”, “¿cúál fue el año del octavo aniversario de la Revolución de Mayo?”, “¿expresión utilizada para expresar frío e incomodidad por las olas y el viento de la playa?” o “¿cuál es el sonido que hace un cierre relámpago al cerrarse sobre una porción de piel?” que validan automáticamente todos y cada uno de mis enunciados, en forma respectiva.
Por tal motivo nada de lo que diga está estrictamente equivocado, sino que siempre se corresponde a una verdad incuestionable, aunque no siempre visible, como ocurre con la verdad en la mayoría de las situaciones.
Puesto que nada de lo que diga está errado, concluyo por añadidura que sólo es cuestión de tiempo pronunciar la respuesta correcta a todas las preguntas por insidiosas que sean.
Por ende: se positivamente todo. Sin mentiras, sin engañosas publicidades: T-O-D-O.
Si lo que digo sólo puede ser cierto, también es cierto que no hay nada que pueda desconocer, incluyendo esta última afirmación.
¡La sabiduría absoluta!
El sólo se que no se nada se ha transformado en sólo sé que lo sé todo.
Y eso que sólo fueron un par de panchos...
2 comentarios:
No puedo más que asombrarme ante el efecto clarificador que tienen los embutidos en usted. A mí, con suerte, me causan sólo sueño cuando no algún dolorcillo de panza.
¿Obtiene algún efecto especial con mortadela o salamín? ¿Y con chorizo colorado? ¿Hay algún secreto de preparación?
La verdad es que nunca lo había pensado de esa manera.
Se ve que mi vida está signada por los embutidos.
Y, medio salame fui siempre...
Publicar un comentario