Estaba reflexionando sobre los circuitos de la memoria, sobre los procesos que hacen que uno recuerde y actúe en consecuencia. Sobre la facilidad de recordar nombres, datos y vivencias, que permanecen cincelados en la mente.
Y pensaba, precisamente, en el porqué de que todos esos circuitos (delicados, sutiles) a mi me fallen con un descaro asombroso.
La memoria se me resbala. Tanto, que cuando retengo algo me asombra. Ultimamente, lo único que puedo retener es líquido.
Algo de esto ya hemos hablado cuando les conté sobre las cosas perdidas aquí en el restaurante.
Recuerdo (sí, dije recuerdo, y estoy asombrado) que cuando era pibe tenía una memoria a prueba de balas.
Era cuestión de leer algo (fechas, nombres, cantidades, lugares y las combinaciones entre uno o más de estos datos) para que pudiera, al cabo de varios días, repetir la información absorbida como si la estuviera leyendo del aire.
Ahora, en la caja del supermercado me dicen el total de la compra y cuando termino de abrir la billetera tengo que pedir que me repitan el importe nuevamente.
El cuerpo (músculos, huesos, piezas dentales) también memoriza. A fuerza de repetición.Por ejemplo, en un sólo movimiento puedo lanzarme contra el asiento del auto, rotar en el aire y caer sentado, con una mano ensartar la llave en la cerradura de arranque, con la otra cerrar la puerta, la vista fija verificando la posición del retrovisor y los pies cayendo uno sobre el embrague y el otro sobre el acelerador. Todo esto podría hacerlo de noche bajo una oscuridad absoluta, aún medio dormido y con dos tubos de tinto oleando en el estómago. Es más, con tres tubos de tinto inside creo poder hacerlo incluso sin auto.
Esta memoria es fantástica.
La memoria que conoce al detalle el movimiento de la puerta de calle cuando, sin ver (porque venís tapado de bolsas con las compras de la semana), sabés en qué momento interceptar la hoja de la puerta con el talón del pie menos hábil, cerrarla con la fuerza justa para que ni quede abierta ni desprenda el marco de la pared e iniciar un raid a través de sillas, mesas, sillones y otros obstáculos que podés esquivar como si estuvieras sujeto a un riel que recorre tu casa (algo así como un tren fantasma).
Maravilloso.
Lástima que esta memoria también empezó a fallarme.
Simplemente estoy un poquito gordo.
La puerta que antes se cerraba mis espaldas ahora me cachetea el culo y se abre de nuevo.
Cuando paso al filo de la mesa, el ombligo va tirando los vasos al piso.
Un desastre.
No les deseo esta amnesia muscular, que hace retrotraer nuestras mentes hasta la época del crecimiento, a la torpe edad del pavo, cuando el cuerpo varía de tal forma que se nos hace incontrolable.
Así las cosas, me quedé sin ningún tipo de memoria, ni mental ni corporal. Una anárquica amnesia que es limítrofe a la locura.
Trabajar acá en el restaurante no hace más que acrecentar mi angustia.
En este momento, desde hace diez minutos estoy dando vueltas con una milanesa con puré en la bandeja, que ya se me está enfriando, y sigo sin encontrar al destinatario del plato. La gente me ayuda, como en la playa cuando se pierde algún chico, y me siguen entre las mesas, aplaudiendo, pero nada, che, no sé para quién es esto.
Probablemente el que me lo haya pedido no esté menos perdido que yo y en este momento se encuentre caminando, a varias cuadras de distancia, satisfecho, sobándose la panza y pensando convencido: "qué buena milanesa con puré que me he comido".
6 comentarios:
Gracias, Leinho.
Donde decía "absorvida" ya puse "absorbida".
Espero no cometer más este tipo de desbíos.
A mi me pasa lo mismo.
Por eso soy Anonimo: ya no se ni como me llamo!!!!!!
Genial tu blog.
Prometo entrar mas seguido.
Ahm, pensé en comentar algo miestras leía, pero ya me olvidé.
La pucha, siempre llego tarde, hoy voy cuarto...
¡Felices Fiestas!
denserio: a mí la memoria también se me va borrando, y no sé si es por la edad, por las sustancias, o porque tengo el cerebro en sobrecarga. empieza a preocuparme.
Simplemente Genial.
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