Hoy llegó el primer cliente de esta nueva era del restaurante.
Se, quedó parado apenas traspasó la puerta, mirando curiosamente a su alrededor.
Me acerqué sonriente a recibirlo.
-Buenas noches, caballero, ¿cómo está?
-Bien, bien -respondió- ¿es nuevo este local?
-En realidad no, pero acabamos de reabrir.
-Mmmh, mire usted - masculló mientras seguía observando.
-¿Va a usted a cenar?
-No, no, no. Soy inspector municipal, bromatología.
-Ah, ah, ah. Menos mal, porque justamente le iba a aclarar que acá no iba a poder, que esto no es un restaurante.
Me miró sorprendido.
-¿No?, ¿y entonces qué es esto?
-Eh, este, esto es... nuestro showroom. Eso: este es nuestro showroom.
-¿Showroom de qué?
-Showroom de muebles para restaurantes. Es obvio.
-Que raro. ¿Y por qué las mesas con manteles, platos y floreritos?
-Si, bueno, es para darle realismo, para darle una imagen más acabada. Igual las imágenes son meramente ilustrativas.
-¿Y aquello no es una cocina?
-¡Pero por favor, señor inspector! ¿Cómo va a ser una cocina?, no, no, no, está equivocado. Aquello es parte de nuestro departamento de calidad.
-¿Cómo?
-Claro, nosotros probamos las mesas, entonces necesariamente tenemos que simular sobre las mesas que cortamos comida, que pinchamos aceitunas, que derramamos vasos. En fin, nuestras mesas no salen de acá con menos de diez mil movimientos de corte a cuchillo, para asegurarnos que no se desvencijan al primer uso. En nuestro laboratorio, no cocina, en nuestro laboratorio preparamos algunos platos a fin de probar como se comportan nuestros muebles.
El Inspector asintió en silencio.
-Bueno, -se resignó- no tengo nada que hacer acá, entonces.
Justo en ese momento fijó su vista en algo que siguíó con su mirada.
-Eso, ¿fue una cucaracha?
-Si, a la más grande le puse Cuca.
Estalló en una carcajada.
Se despidió algo desilusionado y lo acompañé hacia la puerta, palmeándole la espalda.
Polenta con pajaritos
Pasen y siéntense. Servilletas al cuello. Vasos Durax y mantel de plástico floreado. No esperen comida chatarra ni tampoco platos elaborados. A cambio, pueden meter la cuchara en la olla tantas veces como quieran. Hoy, polenta con pajaritos.
domingo, 4 de marzo de 2012
martes, 28 de febrero de 2012
Qué difícil se me hace
Sucio.
Todo sucio.
No se dan una idea de lo que me costó -y me sigue costando- despegar la costra acumulada y endurecida luego de tantos meses.
Pero ya vamos terminando. O mejor dicho: voy terminando.
El problema es que me quedé temporalmente solo.
Con el Rata de vacaciones -tardará en volver, le debía 143 días hábiles de años anteriores- y Joselo desaparecido -en realidad me dijo que cuando termine yo de limpiar él volvía- no me quedó más remedio que hacerme cargo yo solo de este despelote.
Pero, al mal tiempo buena cara.
"Al mal tiempo buena cara", ajá.
No se que vena a significar esa frase. Literal no debe ser porque la última vez que le puse buena cara con sonrisa y todo al cielo durante una lluvia me cayó flor de gotón en el ojo que estuve el resto del día viendo turbio.
En fin, viscisitudes que sufrimos los empresarios del rubro gastronómico.
Bueno, viscisitudes, visicitudes, visisitudes, visiscitudes, vi...
Quilombos, bah.
Todo sucio.
No se dan una idea de lo que me costó -y me sigue costando- despegar la costra acumulada y endurecida luego de tantos meses.
Pero ya vamos terminando. O mejor dicho: voy terminando.
El problema es que me quedé temporalmente solo.
Con el Rata de vacaciones -tardará en volver, le debía 143 días hábiles de años anteriores- y Joselo desaparecido -en realidad me dijo que cuando termine yo de limpiar él volvía- no me quedó más remedio que hacerme cargo yo solo de este despelote.
Pero, al mal tiempo buena cara.
"Al mal tiempo buena cara", ajá.
No se que vena a significar esa frase. Literal no debe ser porque la última vez que le puse buena cara con sonrisa y todo al cielo durante una lluvia me cayó flor de gotón en el ojo que estuve el resto del día viendo turbio.
En fin, viscisitudes que sufrimos los empresarios del rubro gastronómico.
Bueno, viscisitudes, visicitudes, visisitudes, visiscitudes, vi...
Quilombos, bah.
miércoles, 28 de septiembre de 2011
Especialidad de la casa: reaperturas
Y si, lo que mejor sabemos hacer es volver.
Aunque el precio sea irnos, claro está.
Así que una vez más estamos de vuelta, preparándonos para la próxima partida.
Y para que se tienten fíjense que lujo, señores, hasta nos caímos con un stripper para la apertura: el Gordo Corbata, quien hará reir a chicos y grandes, pero sobre todo a grandes porque los chicos viste como son, por ahí se largan a llorar.
Después de descolgar el ya bastante utilizado cartel de "Cerrado por vacaciones permanente", abrimos el candado y levantamos las persianas del boliche nuevamente.
Así las cosas, nos dimos cita con Joselo, el Rata, nuestra vedette amiga y algunos más del viejo staff y se viene otra temporadita del blog.
Quisimos brindar, pero después de tanto tiempo no encontramos un solo vino que no estuviera picado.
Por ahora entré acá para ventilar un poco, pasar un trapo rejilla por las mesas, dispersas las ratas y ponerle un poco de agua a las ollas para que se ablande un poco la costra del fondo.
Nos vemos pronto.
Ahora también aceptamos tarjetas.
Aunque el precio sea irnos, claro está.
Así que una vez más estamos de vuelta, preparándonos para la próxima partida.
Y para que se tienten fíjense que lujo, señores, hasta nos caímos con un stripper para la apertura: el Gordo Corbata, quien hará reir a chicos y grandes, pero sobre todo a grandes porque los chicos viste como son, por ahí se largan a llorar.
Después de descolgar el ya bastante utilizado cartel de "Cerrado por vacaciones permanente", abrimos el candado y levantamos las persianas del boliche nuevamente.
Así las cosas, nos dimos cita con Joselo, el Rata, nuestra vedette amiga y algunos más del viejo staff y se viene otra temporadita del blog.
Quisimos brindar, pero después de tanto tiempo no encontramos un solo vino que no estuviera picado.
Por ahora entré acá para ventilar un poco, pasar un trapo rejilla por las mesas, dispersas las ratas y ponerle un poco de agua a las ollas para que se ablande un poco la costra del fondo.
Nos vemos pronto.
Ahora también aceptamos tarjetas.
miércoles, 23 de febrero de 2011
¿Existe ésto todavía?
¿Es verdad que los blogs murieron?
¿O es sólo que yo dejé de usarlos?
Siempre me pasa eso.
Una vez trabajé en un complejo donde además había un cine.
El cine era en esa época una de las cosas más importantes en mi tiempo de esparcimiento y me parecía que era un lugar -ese cine en particular- un hormiguero de gente.
Luego dejé de trabajar ahí y a partir de ese momento, el cine dejó de existir y muchas veces me encontré preguntándome si todavía ese cine seguía existiendo.
En esta estructura mental, si lograra dejar de ver los problemas mi vida sería mucho más sencilla.
¿O es sólo que yo dejé de usarlos?
Siempre me pasa eso.
Una vez trabajé en un complejo donde además había un cine.
El cine era en esa época una de las cosas más importantes en mi tiempo de esparcimiento y me parecía que era un lugar -ese cine en particular- un hormiguero de gente.
Luego dejé de trabajar ahí y a partir de ese momento, el cine dejó de existir y muchas veces me encontré preguntándome si todavía ese cine seguía existiendo.
En esta estructura mental, si lograra dejar de ver los problemas mi vida sería mucho más sencilla.
lunes, 22 de noviembre de 2010
domingo, 7 de noviembre de 2010
Todo tiempo pasado no fue mejor, a lo sumo fue más discreto
Decenas y decenas de fans caracterizados.
Adolescentes y adolescentas vestidos de camisa negra y corbata roja finita, al estilo de Billie Joe Armstrong, con los ojos delineados y cara de haber chupado un caramelo de propoleo por horas enteras.
Niños y niñas con el pelo atiburonado como Tré Cool.
Y no faltaban los especímenes con aspecto de haberse tomado un licuado de drogas duras, tal como luce Mike Dirnt.
En fin, fanáticos ortodoxos.
Yo los observaba y pensaba que si en mi época hubiera asistido a recitales donde la gente se vistiera como Siouxsie, Robert Smith, Prince, Steven Tayler o los deplorarables Locomía, seguramente tendría una mirada del mundo muy distinta a la que tengo ahora.
Es una pena.
Adolescentes y adolescentas vestidos de camisa negra y corbata roja finita, al estilo de Billie Joe Armstrong, con los ojos delineados y cara de haber chupado un caramelo de propoleo por horas enteras.
Niños y niñas con el pelo atiburonado como Tré Cool.
Y no faltaban los especímenes con aspecto de haberse tomado un licuado de drogas duras, tal como luce Mike Dirnt.
En fin, fanáticos ortodoxos.
Yo los observaba y pensaba que si en mi época hubiera asistido a recitales donde la gente se vistiera como Siouxsie, Robert Smith, Prince, Steven Tayler o los deplorarables Locomía, seguramente tendría una mirada del mundo muy distinta a la que tengo ahora.
Es una pena.
sábado, 30 de octubre de 2010
Esos raros peinados nuevos
¡Mierda!
La verdad es que es feo que sea esa la primera palabra al volver, pero así es.
¡Blogger está cambiado!
Ni difícil, ni complicado, ni nada: sólo raro y cambiado.
Cada vez que aprieto Enter en vez de pasar el renglón siguiente el cursor pasa al principio de la línea actual.
¿Es eso normal?
¿O es que la tecnología me pasó de largo?
Vaya uno a saber, pero lo cierto es que cada vez resisto menos los cambios.
Hablando de resistir, de cosas que pasan de largo y todas esas naftalinanimosidades, les cuento que el fin de semana pasado tuve la suerte de poder presenciar el concierto que brindó Green Day en Costanera Sur, en la lejanidad de Buenos Aires (oh, Dios, por favor castiga a mi tecla Enter que me está volviendo loco).
El recital, buenísimo.
Los temas, geniales.
El pulmotor, alucinante.
La realidad es que ya no estoy para esos trotes.
Lo más cerca que estoy del pogo, actualmente, es agarrar un bache con la silla de ruedas.
Y así, de golpe -o mejor dicho: a los golpes- me encontré rodeado de adolescentes y jóvenes.
¡Qué digo! No rodeado: sitiado es la palabra.
Así fue que hombro con hombro, pechito con pechito, ombligo con ombligo, cagado de calor, luego de una espera de cinco horas paradito sin chistar en el campo del concierto, vejado por los años, raptado por el desasosiego, desmantalado por la adrenalina ajena, semi muerto de frío al principio y tiernizado a fuerza de empujonos, disfruté de un espectáculo muy muy muy muy lindo.
Pero lindo en serio.
Con picos de 180 o 200 pulsaciones por minuto, como cuando a esos hijos de puta de la banda se les ocurrió hacer estallar no se cuantos megatones de pirotecnia que hicieron que deseara pedirle a Papá Noel un electrocardiógrafo.
Ya no estoy para esos trotes.
Ni para esos trotes, ni para esa ropa, ni para nada de eso.
La próxima saco para el VIP.
Para el VIP de la Cruz Roja.
Nota: este relato continuará, si el Enter quiere. No es cuestión de perder el aliento al primer post de retorno escribiendo todo de corrido. Háganme acordar que les cuente de mis pantalones recitaleros, modelito exclusivo que bien están para registrar en la oficina de patentamientos.
La verdad es que es feo que sea esa la primera palabra al volver, pero así es.
¡Blogger está cambiado!
Ni difícil, ni complicado, ni nada: sólo raro y cambiado.
Cada vez que aprieto Enter en vez de pasar el renglón siguiente el cursor pasa al principio de la línea actual.
¿Es eso normal?
¿O es que la tecnología me pasó de largo?
Vaya uno a saber, pero lo cierto es que cada vez resisto menos los cambios.
Hablando de resistir, de cosas que pasan de largo y todas esas naftalinanimosidades, les cuento que el fin de semana pasado tuve la suerte de poder presenciar el concierto que brindó Green Day en Costanera Sur, en la lejanidad de Buenos Aires (oh, Dios, por favor castiga a mi tecla Enter que me está volviendo loco).
El recital, buenísimo.
Los temas, geniales.
El pulmotor, alucinante.
La realidad es que ya no estoy para esos trotes.
Lo más cerca que estoy del pogo, actualmente, es agarrar un bache con la silla de ruedas.
Y así, de golpe -o mejor dicho: a los golpes- me encontré rodeado de adolescentes y jóvenes.
¡Qué digo! No rodeado: sitiado es la palabra.
Así fue que hombro con hombro, pechito con pechito, ombligo con ombligo, cagado de calor, luego de una espera de cinco horas paradito sin chistar en el campo del concierto, vejado por los años, raptado por el desasosiego, desmantalado por la adrenalina ajena, semi muerto de frío al principio y tiernizado a fuerza de empujonos, disfruté de un espectáculo muy muy muy muy lindo.
Pero lindo en serio.
Con picos de 180 o 200 pulsaciones por minuto, como cuando a esos hijos de puta de la banda se les ocurrió hacer estallar no se cuantos megatones de pirotecnia que hicieron que deseara pedirle a Papá Noel un electrocardiógrafo.
Ya no estoy para esos trotes.
Ni para esos trotes, ni para esa ropa, ni para nada de eso.
La próxima saco para el VIP.
Para el VIP de la Cruz Roja.
Nota: este relato continuará, si el Enter quiere. No es cuestión de perder el aliento al primer post de retorno escribiendo todo de corrido. Háganme acordar que les cuente de mis pantalones recitaleros, modelito exclusivo que bien están para registrar en la oficina de patentamientos.
viernes, 29 de octubre de 2010
Charla con patu
(Patu con amigas en casa)
Yo -Ofrecele algo a tus amigas.
Patu -¿Algo de qué?
Yo -Algo de comer. Ofreceles de esas galletitas.
Patu -Lo que pasa es que están feas y húmedas.
Yo -No importa, aunque estén feas y húmedas igual son tus amigas. Ofreceles algo.
Yo -Ofrecele algo a tus amigas.
Patu -¿Algo de qué?
Yo -Algo de comer. Ofreceles de esas galletitas.
Patu -Lo que pasa es que están feas y húmedas.
Yo -No importa, aunque estén feas y húmedas igual son tus amigas. Ofreceles algo.
domingo, 11 de julio de 2010
Preso de mi propia promesa
Ah, que feo.
¿Así que vas a escribir algo solamente porque te comprometiste a hacerlo?
¿Y vos decís que no se van a dar cuenta de que esta porquería está escrita como para decir "ah, no sé, escribí algo en la semana, listo, pibe, a llorar al convento"?
Yo digo que si.
Que se van a dar cuenta.
Que van a prenderle fuego al blog.
O peor: que te van a ir a buscar (ellos saben donde vivís) y te van a ahorcar con el cable del máus.
O lo más pior: te van a ahorcar mientras el blog arde como una tea juanadearquina.
¿Vos estás seguro que no vas a escribir nada?
¿Te vas a arriesgar?
No se vos, pero a mi que me prendan fuego no me hace gracia.
¿Por qué no escribís algo entonces?
Si al final estás perdiendo más tiempo tratando de decidirte que si te pusieras a escribir.
¿Cómo que ya está?
¿Cómo que al final ya escribiste algo?
¿A vos realmente te parece que esta bazofia da para tirar toda una semana?
No se, vos pensalo.
¿Así que vas a escribir algo solamente porque te comprometiste a hacerlo?
¿Y vos decís que no se van a dar cuenta de que esta porquería está escrita como para decir "ah, no sé, escribí algo en la semana, listo, pibe, a llorar al convento"?
Yo digo que si.
Que se van a dar cuenta.
Que van a prenderle fuego al blog.
O peor: que te van a ir a buscar (ellos saben donde vivís) y te van a ahorcar con el cable del máus.
O lo más pior: te van a ahorcar mientras el blog arde como una tea juanadearquina.
¿Vos estás seguro que no vas a escribir nada?
¿Te vas a arriesgar?
No se vos, pero a mi que me prendan fuego no me hace gracia.
¿Por qué no escribís algo entonces?
Si al final estás perdiendo más tiempo tratando de decidirte que si te pusieras a escribir.
¿Cómo que ya está?
¿Cómo que al final ya escribiste algo?
¿A vos realmente te parece que esta bazofia da para tirar toda una semana?
No se, vos pensalo.
domingo, 4 de julio de 2010
¿Cómo llegó eso ahí?
He de confesarles algo: hacía meses que no salgo al patio de mi casa.
Tal vez sería conveniente hacerlo de vez en cuando y más seguido. Voy a agendármelo.
La cuestión es que el otro día, sacando el auto, veo en el fondo del patio que el mandarino estaba cargadísimo de fruta, desbordante, y decidí juntar un poco para llevarme mandarinas al trabajo.
Al ir rodeando el árbol, para ir tomando algunas de las más maduras, encuentro que detrás del árbol había crecido otro árbol.
¿Cómo llegó eso ahí?
No lo sé.
Pero en resumen, detrás del mandarino (un arbolito enano de no más de dos metros) hay otra monstruosidad de especie desconocida (al menos para mí) que sobrepasa ampliamente la altura de los techos.
¿Cómo puede ser que a alguien (yo) le crezca un árbol en el patio y no se de cuenta sino hasta que bordeando otro árbol se lleve (yo) el tronco por delante?
Y dejo de escribir acá, porque llegado a este punto necesito reflexionar muy seriamente sobre la clase de cosas que pueden estar habitando bajo mi cama, en los últimos cajones de mi escritorio o en la puerta menos usada del botiquín del baño.
Tal vez sería conveniente hacerlo de vez en cuando y más seguido. Voy a agendármelo.
La cuestión es que el otro día, sacando el auto, veo en el fondo del patio que el mandarino estaba cargadísimo de fruta, desbordante, y decidí juntar un poco para llevarme mandarinas al trabajo.
Al ir rodeando el árbol, para ir tomando algunas de las más maduras, encuentro que detrás del árbol había crecido otro árbol.
¿Cómo llegó eso ahí?
No lo sé.
Pero en resumen, detrás del mandarino (un arbolito enano de no más de dos metros) hay otra monstruosidad de especie desconocida (al menos para mí) que sobrepasa ampliamente la altura de los techos.
¿Cómo puede ser que a alguien (yo) le crezca un árbol en el patio y no se de cuenta sino hasta que bordeando otro árbol se lleve (yo) el tronco por delante?
Y dejo de escribir acá, porque llegado a este punto necesito reflexionar muy seriamente sobre la clase de cosas que pueden estar habitando bajo mi cama, en los últimos cajones de mi escritorio o en la puerta menos usada del botiquín del baño.
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