El Chiqui Farías

Estaba ayer sirviendo las mesas en el segundo turno del restaurante, cuando vi entre los comensales al Chiqui Farías, golfista de raza y entrañable amigo de mi niñez.
Le pedí a Joselo que cubriera un ratito mis mesas y me senté un instante junto al Chiqui, a quién hacía años no veía.
Ya había terminado su cena y ahora estaba tomándose un cortado.
Se lo veía triste y arruinado, lejos de parecerse a aquel muchacho impetuoso y atropellador que era cuando lo ví por última vez.
Ví que había volcado el azúcar en el mantel y estaba revolviendo el aire con la cucharita.
Le palmeo la espalda, me sonríe. Arqueo las cejas señalando su mano que no deja de batir el aire.
-Es así, amigo, -me explica- no tengo más puntería. Ni siquiera logro acertarle al pocillo.
Lo sigo mirando fijo, esperando el remate de una chanza que nunca llega.
-No, Buguito, no es broma. ¿Por qué te crees que ando así tan tirado? Ayer fui otra vez a hacer unos tiros al club de golf y no metía una.
-Será cuestión del momento, che, tampoco es para tanto. A veces los hoyos se complican.
-¿Qué hoyos? No podía embocar los palos en el bolso. Tres minutos estuve para tratar de parar la pelotita sobre el tee para poder dar el primer golpe. Una vergüenza.
-Pero, ¿hace mucho que estás así?
-Desde hace diez años, más o menos. ¡Qué me iba a imaginar que la puntería se gastaba! Si el problema es la vista, hay anteojos. Si es el oído, hay audífonos. Pero para la puntería no hay una mierda. Encima la puntería que tenía, que no era poca, la despilfarré en torneos amateurs de mala muerte. Total, ya habrá tiempo para triunfar, me decía a mí mismo. Ni para las mujeres tengo puntería ahora, hermano. Los muchachos del club me dicen el Robert Dee de las pampas.
- La pucha, parece jodido en serio.
- No te das una idea- decía mientras seguía revolviendo la nada y me arrojaba una fraternal palmada al hombro que pasó como a treinta centímetros de distancia.
- Yo te lo puedo decir porque te tengo confianza, Chiqui: la verdad es que yo en tu lugar me pegaba un tiro.
- No te creas que no lo pensé.
- ¿Después lo pensaste mejor y te arrepentiste?
- No. Peor. Me erré.