Ayer cayó por el bar el gordo Benitez, el portero del edificio de la esquina, a tomarse un vermouth acompañado de dos viejas que bien podrían ser su madre y su tía, y eso que el gordo no es lo que se dice un pibe.
Traía puesta una cara de culo de esas que te ve la policía y te pide el carnet de portación o te mete adentro.
Siempre fue amable y jodón, pero se ve que ayer andaba con los patos volados. Por las dudas saludé solamente con la cabeza, mantuve prudente distancia y no me acerqué sino hasta que me llamó.
-Che, Buguito, traeme una cerveza para las chicas y a mi una grapa bien pesada.
Fuí hasta el mostrador, destapé un porrón, le serví la grapa bien hasta el borde del vaso y me arrimé a la mesa para servirlos. Benitez echaba demonios por los ojos, pero las ancianas parecían contentas y animadas.
Se ve que el gordo andaba con ganas de descargar la mufa, porque apenas se mandó la grapa al gañote, se acercó hasta donde yo estaba y se disculpó, como una fácil manera de entablar conversación.
-Oime, Bugo, disculpame por el trato pero, ¿sabés que pasa?, vengo con una mufa que no te podés imaginar.
No me quedó más remedio que preguntarle al respecto, sin ganas y a sabiendas que se vendría una charla de diván de las pesadas en serio.
-La semana pasada fuí al casino, con mi jermu y mi suegra. Mi señora se quedó en las maquinitas, gastando moneditas, porque a ella no le gusta la ruleta. A mi sí, así que me aecerqué a una mesa para apostar unos billetes que tenía ahorrados para la ocasión.
Lo miré con interés mal fingido.
-¿Vos podés creer que la vieja bruja de mi suegra se me pegó durante toda la noche?, ¿que a cada ficha que apostaba me criticaba, me cargaba de mufa y después se burlaba?. Me pegué una calentura como para hacer andar dos Atuchas.
Volteó un segundo la cabeza para ver a las viejas chupando cerveza.
-La cuestión es que mi suegra me sacó de las casillas. Tanto me fastidió que luego de perder todas las fichas que tenía, antes que ella empezara a reprocharme la pérdida, la levanté por los hombros, la senté en la mesa y le grité al croupier: "¡la vieja al veintisiete!", como para joderla a ella.
Lo miré inexpresivamente suprimiendo un bostezo.
-¿Vos podés creer que el tipo me tomó la apuesta en serio?. Claro, es un casino pueblerino, vos por ahí apostás una gallina o un chancho y te lo agarran igual, viste como son ahí. La cuestión es que el tipo me tomó la apuesta de la vieja.
Nos miramos un rato largo, él esperando mi pregunta y yo demorándola indefinidamente.
-¿Y entonces? - le dije retóricamente, sin ánimo de esperar la respuesta.
-¡Y que salió el puto veintisiete!, le pegué con la vieja al pleno.
-¿Y te pagaron cuanto? -pregunté
-¿Y cuanto me van a dar?, me entregaron treinta y seis viejas de un contingente de PAMI que habían ido de paseo al casino. Sobre que éramos pocos...
Me compadecí intensamente. Le serví dos vasos más grapa y le insinué por señas que eran obsequio de la casa.
-Gracias, Buguito, no sabés lo es esto. Imaginate que tengo treinta y cuatro viejas más en casa.
Se fue cabizbajo hacia la mesa y a mí, que soy bastante fuerte, sentí que se me resbalaba el corazón del pecho, de pura pena.
Traía puesta una cara de culo de esas que te ve la policía y te pide el carnet de portación o te mete adentro.
Siempre fue amable y jodón, pero se ve que ayer andaba con los patos volados. Por las dudas saludé solamente con la cabeza, mantuve prudente distancia y no me acerqué sino hasta que me llamó.
-Che, Buguito, traeme una cerveza para las chicas y a mi una grapa bien pesada.
Fuí hasta el mostrador, destapé un porrón, le serví la grapa bien hasta el borde del vaso y me arrimé a la mesa para servirlos. Benitez echaba demonios por los ojos, pero las ancianas parecían contentas y animadas.
Se ve que el gordo andaba con ganas de descargar la mufa, porque apenas se mandó la grapa al gañote, se acercó hasta donde yo estaba y se disculpó, como una fácil manera de entablar conversación.
-Oime, Bugo, disculpame por el trato pero, ¿sabés que pasa?, vengo con una mufa que no te podés imaginar.
No me quedó más remedio que preguntarle al respecto, sin ganas y a sabiendas que se vendría una charla de diván de las pesadas en serio.
-La semana pasada fuí al casino, con mi jermu y mi suegra. Mi señora se quedó en las maquinitas, gastando moneditas, porque a ella no le gusta la ruleta. A mi sí, así que me aecerqué a una mesa para apostar unos billetes que tenía ahorrados para la ocasión.
Lo miré con interés mal fingido.
-¿Vos podés creer que la vieja bruja de mi suegra se me pegó durante toda la noche?, ¿que a cada ficha que apostaba me criticaba, me cargaba de mufa y después se burlaba?. Me pegué una calentura como para hacer andar dos Atuchas.
Volteó un segundo la cabeza para ver a las viejas chupando cerveza.
-La cuestión es que mi suegra me sacó de las casillas. Tanto me fastidió que luego de perder todas las fichas que tenía, antes que ella empezara a reprocharme la pérdida, la levanté por los hombros, la senté en la mesa y le grité al croupier: "¡la vieja al veintisiete!", como para joderla a ella.
Lo miré inexpresivamente suprimiendo un bostezo.
-¿Vos podés creer que el tipo me tomó la apuesta en serio?. Claro, es un casino pueblerino, vos por ahí apostás una gallina o un chancho y te lo agarran igual, viste como son ahí. La cuestión es que el tipo me tomó la apuesta de la vieja.
Nos miramos un rato largo, él esperando mi pregunta y yo demorándola indefinidamente.
-¿Y entonces? - le dije retóricamente, sin ánimo de esperar la respuesta.
-¡Y que salió el puto veintisiete!, le pegué con la vieja al pleno.
-¿Y te pagaron cuanto? -pregunté
-¿Y cuanto me van a dar?, me entregaron treinta y seis viejas de un contingente de PAMI que habían ido de paseo al casino. Sobre que éramos pocos...
Me compadecí intensamente. Le serví dos vasos más grapa y le insinué por señas que eran obsequio de la casa.
-Gracias, Buguito, no sabés lo es esto. Imaginate que tengo treinta y cuatro viejas más en casa.
Se fue cabizbajo hacia la mesa y a mí, que soy bastante fuerte, sentí que se me resbalaba el corazón del pecho, de pura pena.
¿Vio, Bug? ¡yo le dije a este infeliz que no jugara a ese número!
ResponderEliminarEs así, doña.
ResponderEliminarYo por lo menos ya estoy tomando medidas: me compré un rummy y un burako cosa que las viejas se entretengan si es que me las va trayendo al bar.
A la mier... con el nuevo restaurant Cocoon.
ResponderEliminarInvéntele unos menúes rejuvenecedores con ginseng y mucho ajo.
que triste... tratar de perder algo y que siempre te vuelva... muy triste
ResponderEliminar"Restaurant Cocoon"... jajaja.
ResponderEliminarMe hiciste carcajear con tu comentario, Mafaldita.
Gally, es la "mala leche boomerang", que le dicen.
y bueeee... seguimos esperando la encuesta que prometiste
ResponderEliminarCierto, estoy en deuda.
ResponderEliminarPero la plantilla no me deja agregar nada de nada.
Tengo miedo que explote el blog, Patu.
¿Se le ocurrió apostar a su suegra Buguito? Mire que si pierde capaz que se quede más solito de lo que pretende...
ResponderEliminarAldana, ¿de dónde sacó eso?
ResponderEliminarFíjese que la anécdota es de un cliente y yo no ando en el tema de la apropiación ilegal de identidades.
XD me río de lña situación... no del amigo Benitez, pero como se le ocurre, podría haber sido peor... por ejemplo si apostaba un viejo.
ResponderEliminar¡Saludos!
Profe, al viejo se lo ganó, pero apostando a primer docena.
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