domingo, 11 de noviembre de 2007

Buenos padres

No puede decirse que los padres de Cuerno hayan sido malos padres, a pesar de que no fue un hijo deseado.
Es cierto, nunca fueron efusivos y amorosos con él. Sin embargo, a pesar de que a veces reflejaran que Cuerno era como un intruso de la familia o un polizonte en la casa, lo criaron de la mejor manera.
Alberto, el padre, nunca le perdonó nacer en la flor de su juventud de casines y carreras de caballo. Antonia, la madre, jamás olvidó que por él tuvo que cambiar sus ajustados vestidos de fiesta por ropas más holgadas y amplias. Y además casarse bajo la deshonra de toda su familia.
Pero nunca le hicieron faltar nada a Cuerno. Al contrario.
Cuerno le decimos los amigos, ya que lo anotaron en el registro civil como Cornelio Hipólito Cristóbal.
En una época de marcelos, gustavos, carlos y fabianes, los nombres elegidos para Cuerno no le sentaron bien al juez de paz del registro.
"¿Por qué?", preguntó Alberto, "¿acaso no puedo ponerle el nombre de próceres de nuestro país?, ¿tiene usted algo contra nuestra historia?".
Incómodo, el juez, un hombre de padres alemanes, le aclaró que Cristóbal no era ningún prócer argentino, sino genovés.
"Ni genovés ni argentino", replicó Alberto ofuscado, "Cristóbal es un santo de la santa iglesia católica. ¿Va a oponerse también a mi religión?".
Sin más argumentos o ganas con los que el juez pudiera haberse opuesto por lo extemporáneo y ridículo del nombre, Cuerno fue bautizado Cornelio Hipólito Cristóbal para su propio disgusto en la adolecencia y para delicia de sus compañeros de primaria.
Los padres lo enviaron a la mejor y renombrada escuela técnica de la ciudad, sin escatimar en recursos. Doble escolaridad, actividades adicionales, absolutamente todo lo necesario para que Cuerno estudie y se forje un futuro.
En conclusión, Cuerno nunca pudo ser el contador o abogado con los que soñaba convertirse algún día.
Los padres, siempre en pos de conseguir lo mejor para Cuerno, le impedían salir a jugar con sus amigos del colegio, para preservarlo de las malas compañías. Siempre estaba encerrado, por su bien, ya sea en el aula o en su cuarto.
Por las mismas razones, no le permitieron concurrir al viaje de egresados de la escuela secundaria y tampoco le dejaban frecuentar chicas hasta edad muy avanzada, es decir, cuando ya no podían impedírselo.
Todas estas cuestiones marcaron a Cuerno de por vida y cualquiera en su lugar hubiera hecho florecer en su interior el más amargo de los resentimientos.
Sin embargo, no puede decirse que Cuerno fuera un mal hijo.
Cuando se dieron las condiciones, sin escatimar un solo centavo ni fijarse en ningún tipo de gastos, internó a sus padres en el mejor y más renombrado geriátrico que pudo conseguir en la ciudad.

5 comentarios:

  1. Hay padres que, en lugar de elegir los nombres de sus hijos, deberían delegar esa función a un tercero. O hacerse internar, no ya digamos en un geriátrico, sino en un manicomio.

    Tengo una conocida cuyo nombre en el documento es "Negra Utreras". Me imagino a sus padres, en el registro civil, teniendo una charla con el empleado: "pero si existen los nombres 'Blanca' y 'Azul', ¿por qué no puedo ponerle 'Negra'?"

    ¿Sabe lo que debe ser escribir ese nombre sobre cualquier papel serio? ¿Sabrá ella en cuántos lugares la pasaron de largo pensando que se trataba de una broma? ¿Serán conscientes sus padres de que hay gente que jamás la contrataría, sea para el trabajo que fuera, sólo por ese nombre?

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  2. Nada más educativo que el ejemplo.

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  3. Una estupenda habitación con cama matrimonial y hermosa vista al parque...

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  4. Mi abuelo se llamaba Ambrosio, y mi tío, Teófilo.

    Antes de nacer yo, mi madre abortó tras chocar con el auto y perdió a un niño de nombre Hipólito.

    El tema es que ese Hipólito en una de esas escribía cosas más graciosas que yo. ¡Imagínese, nomás siendo Andrés Angel y lo gracioso que me sale eso de meterle o sacarle cosas a la gente en el culo, valiéndome nomás de un político o un payaso pedófilo!

    ¡Hipólito no habría tenido límites!

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  5. Mantis, mejor no profundice sobre sus graciosidades, sobre todo si mete y saca cosas de los culos como un mago lo haría con conejos y una galera (o peor, con un conejo y un culo).

    Aldana, dicen que con sangre entra la letra.
    Sobre todo la chiquita.

    Jorge, triste destino el de su conocida.
    Yo, sin ir más lejos ni buscar la viga en el ojo ajeno, hubiera sido uno de los que se cagase de risa en su cara.

    Carolina, su versión de los geriátricos es muy naif.
    Generalmente por como tratan a los ancianos allí, enseguida llegan al parque. A alguno de los cementerios parque.

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