Estoy indignado.
No puedo menos que solidarizarme con Ismael Delponte, un arquitecto discriminado por su hiperrealista visión futurista de la arquitectura.
Sus pares no se cansan de agredirlo y ridiculizarlo, de tratar de bloquear sus proyectos, de frenar su ímpetu creador. No faltan los ingenieros, paisajistas y profesionales de la construcción que lo reconozcan por la calle y lo persigan cuadras y cuadras arrojándole piedras, salivazos, excrementos de perro u objetos personales, como monedas, llaves, celulares, maletines, zapatos o bicicletas.
Precisamente en esta situación nos encontrábamos mientras corríamos hace instantes, tapándonos la cabeza para no recibir en forma directa el impacto de algún objeto contundente. "Algunos se exceden con la violencia, se ensañan," -confiesa- "otros son más moderados: si ven sangre se detienen".
Conocí a Ismael en el restorán, gracias a un amigo en común.
Hoy accedí a acompañarlo porque quería mostrarme algo, para que entendiera su arte. Ya en camino, confesó que también me había invitado porque cuando va con otra persona la gente se confunde y a veces no sabe a cual de los dos apuntarle y se gana tiempo para huir.
"¿Por qué tanto odio a Ismael?", pregunta.
Él mismo se encarga de responderse: "porque soy popular, mi arquitectura es del pueblo. Sé qué es lo que se necesita y que va a necesitarse en el futuro. Es un don particular que sé aprovechar, pero los hipócritas de mis contemporáneos no lo ven así. Ellos prefieren el lujo, la tendencia, lo que les da dinero. Por eso los perjudica mi obra".
"Mis construcciones no son ni cara ni baratas," -continúa- "salen lo que tienen que salir. No son superfluas, y ahí está la diferencia. Yo pongo una luz cuando va una luz, no cuando quiero vender una lámpara de diseño. Soy anti-negocio y eso es malo para los que viven de eso, es decir, mis colegas".
Cuando me doy cuenta llegamos a una villa miseria. Al menos acá no hay
riesgos de arquitectos que puedan molestarlos y por eso se da el lujo de bajar la guardia.
Mientras se saca la pechera de kevlar me alcanza unas fotografías.
Parecen ser tomadas en este mismo asentamiento. Se lo comento.
"No, no es así. Por eso vinimos aquí, para que veas. Esas fotos fueron tomadas en 1962, en una instalación que efectué en un campo de La Pampa. La villa en donde estamos ahora no tiene más de un año", aclara.
Le dije que no entendía.
"Es obvio," -me dice sorprendido- " las villas miseria, tal cual las conocemos hoy en día, fueron conceptualmente diseñadas por mí hace más de 40 años. En aquel entonces, mi profundo conocimiento de la condición humana me hizo ver que estos asentamientos, dolorosos y hacinadores, no iban a tardar en llegar. Yo vi la evolución, pero mis colegas no lo quisieron ver así".
Le pregunté que fue lo que sucedió con la instalación de 1962.
"El gobierno la destrozó por la presión del Colegio de Arquitectos y jamás se le prestó difusión. Fui encarcelado, luego liberado para que las hordas de profesionales me cascoteara a gusto y luego vuelta a encerrar", relata conmovido.
"Me discriminan. Por ser un adelantado en el tiempo. Si te fijas bien" -me señala una foto- "pueden verse ahí antenas satelitales de televisión. Nadie en ese momento se preguntaba siquiera si era posible transmitir televisión satelitalmente y yo ya había previsto las antenas."
Ahí comprendí su pesar, su impotencia y su comprensible resentimiento.
"El año pasado presenté un proyecto de barrio. Muchos dicen que es abominable, que parece Europa en la postguerra. ¡Y sí! Así es como vamos a estar en unos veinte años más. Me gustaría encontrarlos entonces para reirme es sus caras, pero temo que mi edad actual no me permitirá vivir hasta esos años. Jamás veré mi visión cumplida."
Según sus propias palabras, también le negaron la posibilidad de exponer su obra y extraños accidentes se sucedieron hasta que la construcción se vio reducida a escombros, si bien el diseño original estaba constituido prácticamente por escombros.
"No hay un proyecto que me acepten, ni las viviendas intracloacales ni los extensos baldíos radiactivos, nada... pero llegarán, yo lo sé, el futuro llegará."
Odio es lo que me da, odio porque oscuros intereses no dejan fluir el espíritu innovador de este amigo de mi amigo.
Y nos fuimos, cabizbajos, molestos y disimulando, porque por la otra cuadra venía alguien que parecía ser arquitecto.
Ah, no, claro, viste cómo es la cosa...
ResponderEliminarAl final, los que viven en villas miseria están mejor que nosotros...
¡Contratan arquitectos para que les construyan sus casas, y hasta tienen televisión satelital mucho antes de que saliera!
¿Qué quieren encima?
¿Que les demos trabajo?
¿Que no los encarcelemos cuando andan por ahí, merodeando en NUESTROS barrios, donde NOSOTROS pagamos impuestos?
(Resoplido de indignación)
Eso si que es posmoderno! un villa de diseño. Wow!!
ResponderEliminarslds
A
Y los otros giles planificando Puertos de la Música y grandes complejos, en lugar de escucharlo a Delponte. Así estamos.
ResponderEliminarO así estaremos, ya que hablamos del futuro.
(Ya sé, te preguntás y este quién corno es. Es que te leo en silencio desde hace un tiempito, pero hoy se me dio por meter la mano en la olla. Saludos, The Bug. Siga cocinando)
Te equivocás, Ajenjo: es pre-moderno.
ResponderEliminarModerno va a ser recién dentro de unos añitos.
Ahora que lo dice, Jorge, si usted hubiese visto los diseños de cárceles que creo este arquitecto, se caía de culo.
Piyama, estoy de acuerdo. Hacer ahora un Puerto de la Música, expresión que existe hace miles de años, es extemporáneo.
Tendrían que hacer un Centro Aueroespacial de Animaciones Digitales, en todo caso.
Y no me pregunto en ningún momento quien es cada uno de los que lee.
Tengo en mi imaginario la sensación de que son millones de personas las que leen estas líneas diariamente y desistí del primer impulso de conocerlos a todos.
Gracias por pasar y permanecer, te dejo un abrazo leproso.
Ah, otra cosa: me gustan mucho tus relatos, nos veremos por Piyama más seguido.
Bueno, para mí eso sí es una sorpresa. En mi imaginario, por Piyama no pasa ni mi familia.
ResponderEliminarY eso que los amenazo con quemar el asado del domingo.
Piyamadecalle, ¿se creyó lo del millón de personas?
ResponderEliminarEn realidad sé casi con certeza que acá viene solamente la fiel docena de amigos de siempre.
Muy bueno. Huxley es el bug de otro barrio!
ResponderEliminarSaluts.
ET.-
Genial!!! Jajaja, me costó entenderlo, pero está genial!! jajajaa
ResponderEliminarGracias Nickosss, a mi también me costó entenderlo.
ResponderEliminarAnónimo, ¿estás comparando a Aldous Huxley conmigo o se trata de otro Huxley?
¿No es mucho?
Ah, claro, fue irónico...