martes, 27 de noviembre de 2007

Señores científicos de nuestro querido y sufrido país: sepan que estoy cansado a un grado tal que mis párpados parecen cortinas de hierro y para escribir ésto estoy usando un solo dedo que ayudo a mover con la otra mano.
Mientras tanto, ustedes, ¿qué esperan para descubrir la cafeína inyectable?

sábado, 24 de noviembre de 2007

La conspiración de los Sueyros

Hoy conocí a Ismael Prioti, tal vez el último integrante de la no muy difundida secta Adoradores de Víctor Sueyro.
Ismael, quien hoy vive en el anonimato y la clandestinidad, vino a comerse unos canelones y clavarse un tinto a nuestro restaurante, al cual gusta concurrir debido al escaso público que ocupa las mesas (que hoy se reduce a él y un borracho que está desde anoche y no pudimos despertar).
Hace unos meses la secta estaba formada por un nutrido grupo humano que auguraban al hombre nuevo que regresaba del túnel, que no se iba sin volver y no consumía sin pagar.
Creían firmemente en las enseñanzas del sublime -tal como llamaban a Sueyro- y cada vez que él regresaba del más allá se confirmaba aún más la teoría de que el hombre no muere sino porque no pone el suficiente empeño en vivir.
Ismael me contó que para demostrarse a si mismos esta filosofía los seguidores de la secta han empleado distintos métodos empíricos para comprobarla.
Las personas que entre ellos han demostrado y esgrimido una férrea voluntad de vida, voluntariamente y sin ningún tipo de temor, han procedido a pegarse un tiro en la cabeza, arrojarse a las vías del tren, alimentarse solamente de lo que una magro presupuesto de jubilado ferroviario le permitió comprar o bien haciendo todas estas cosas a la vez (con la complejidad que implica pegarse un tiro mientras se está en el aire y por caer sobre las vías con un sánguche de cartón a medio masticar).
Una vez que la persona se daba oficialmente por muerta, la secta a pleno se reunía en un concilio a esperar que el suicidado volviese a la vida y se presentara ante ellos.
Lamentablemente, o bien estas personas no tenían todo el apego a la vida con el que se vanagloriaban o bien alguien había olvidado pasarles la dirección donde el concilio se llevaba a cabo.
La cuestión es que nunca nadie logró volver de la muerte como lo hace el sublime cuando se le antoja.
Ismael se lamenta porque empieza a mermar la cantidad de adeptos al grupo, no tanto por la descreencia de sus verdades sino más bien por la cantidad de muertos que hay entre sus filas y las molestias que les ocasiona la policía con sus investigaciones ante la ola de suicidios que los rodea.
Así y todo, cuando ya no eran más que un despojo de secta con apenas cinco miembros, tuvieron su momento de revelación: Víctor Sueyro en persona los visitó para agradecerles el apoyo incondicional y la devoción con que lo honraban.
Al momento de retirarse Sueyro, ya en su auto, ocurrió lo imprevisto: un camión cisterna con combustible que venía a toda velocidad por la calle perdió el control y lo embistió.
Arrastró al auto dando tumbos por unas quince o veinte cuadras antes de prenderse fuego y explotar, despidiendo en la onda expansiva y parabólicamente al auto de Sueyro hecho una bola de fuego hasta el puerto, que se encuentra a otras quince cuadras de distancia, sobrepasando el muelle y cayendo al agua. Luego de hacer tres o cuatro sapitos, el fuego se apagó y el auto se hundió en las oscuras y barrosas aguas del Paraná.
Los integrantes de la secta lograron con mucho esfuerzo recuperar el cuerpo inerte de su mártir gracias a que uno de ellos había sido buzo táctico en una agrupación cristiana Scout.
Lo llevaron a un lugar seguro, para esperar el momento en que Sueyro despertara y volviera a la vida, con un seguro acceso de cefalea.
Pero lo que pasó los sorprendió: en ese momento alguien encendió el televisor y en un canal de noticias estaba Víctor Sueyro, contando el accidente y perjurando, una vez más, haber vuelto del túnel de la muerte.
Ismael y sus compañeros no podían creerlo: si Víctor Sueyro estaba en la televisión, ¿cómo podían ellos tener el cuerpo allí?
Ahí comprendieron la terrible verdad: no hay un solo Sueyro, ni dos ni tres. Cuál un ejército de Droopys, había un sinfín de Víctor Sueyros dando vueltas por ahí.
Sueyro los había engañado: cada vez que uno se iba, un clon lo reemplazaba sin más, tomando su lugar.
Qué oscuras razones hay para mantener esto bajo el más críptico de los secretos Ismael lo desconoce, pero lo cierto es que al menos una docena de Víctor Sueyros tomaron por asalto la casa donde alojaban el cadáver para recuperarlo y limpiar todo vestigio o prueba que los delatara.
Los seguidores de la secta fueron diezmados, a excepción de Ismael que justo en ese momento se había metido atrás de una cortina para lijar un descascarado en la pintura de la pared.
Al irse el escuadrón de Sueyros quedó un panorama desolador: todos sus amigos habían sido asesinados.
En ese último instante, Ismael comprendió la verdad: ¿para qué los Víctor Sueyros iban a asesinar a nadie si era cierto que iban a volver de la muerte y los iban a delatar y acusar?
La respuesta se hizo evidente: nadie vuelve de la muerte y cuando un Sueyro se va otro ocupa su lugar.
Ismael Prioti jamás regresó a los lugares que frecuentaba y nunca más pudo volver a su vida normal.
En algún momento, se darán las condiciones propicias para contraatacar y contar su verdad al mundo.
Por ahora, sólo se dedica a esperar y comer en lugares desolados y de mala muerte.
Mientras me contaba esta historia, Ismael no dejó un solo instante de mirar de reojo hacia los costados, temeroso de que uno de los tantísimos Víctor Sueyros que están tras sus pasos lo descubra y lo obligue a caminar, inexorable y fatídicamente, hasta el final del túnel.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Dato absolutamente irrelevante

El sábado próximo se va a dar un hecho curioso, inédito y simpático.
Los tres integrantes de la familia habremos pisado un escenario en el transcurso del año.
Cómo ya les había contado anteriormente, yo debutando en la actuación, mi esposa como locutora y presentadora en un evento y mi hija como actriz por un lado y bailarina por otro (mucho más consolidada que sus padres, realmente).
Ninguna de las presentaciones han sido descollantes ni tenido repercusión más que en círculo más íntimo, pero no deja de ser curioso que en el transcurso de pocos meses todos en la familia hayamos tenido algo para transmitir frente al público en vivo, después de un evidente período de latencia de muchísimos años.
En fin, fue una reflexión en voz alta (y además una excusa para subir algo ya que no posteaba desde el sábado).
Desechen el post y continúen viendo la programación.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Guías Colman para personas verdaderamente estúpidas: Hoy, cómo hacer cola en la panadería

¿Eres lo suficientemente estúpido para que le roben una y otra vez el lugar en la cola de la panadería?
No se preocupe, las Guías Colman le traen la solución.
Ya no demorará horas y horas hasta que lo atienden. Ya no habrá viejitas con apariencia inofensiva colándose en la fila.
Porque, seamos sinceros, nunca se forma una fila. Siempre la irresponsabilidad hace que la gente se apiñe al azar en todos los rincones, sin respetar un orden y forzando la memoria al límite. ¿Es de los que al ir renovándose la clientela nunca sabe si el rubio entró después que usted o si estaba antes, al igual que la colorada, o la colorada entro después?.
Entonces es usted una de las personas verdaderamente estúpidas que se beneficiaran con esta lectura.
Comencemos la lección.

Para poder llevar a cabo la difícil tarea de mantener el lugar correcto en una fila de atención al público son necesarias las siguientes cosas:
  • Atendedor o dependiente del negocio: al menos uno.
  • Clientes: a gusto.
  • Post-it®: cantidad necesaria.
  • Rotulador: uno.
Para no perder la ubicación, lo primero que se debe hacer es ubicar cuál es la persona que está primero en la fila. Una vez ubicada (no es necesario que sea realmente la primer persona, pero es bueno verlo de esta manera por cuestiones organizativas).
En un Post-it®, dibuje un número 1 con el rotulador y con el mayor disimulo posible pegue el papelito en la espalda del cliente.
Repitiendo este procedimiento para cada persona que está esperando, sumando una unidad al número escrito en el papel (2, 3, 4, 5, etc. no se complique siguiendo otra lista más compleja, como los números primor, la serie de Fibonacci® o numerando los Post-it® con números hexadecimales).
Una vez que estén todos los clientes numerados, al último de ellos pídale que le pegue a usted su propio Post-it®, siendo al final usted el último de la fila®.
Entonces, debe impedir o tener cuidado que no sea atendido nadie que no tenga pegado un papel en la espalda, cuestión que podrá controlar permaneciendo siempre sobre el fondo del local o cerca de la puerta, manteniendo a la vista las espaldas de sus eventuales co-compradores.
Quéjese con justificada razón cuando algún cliente se de vuelta para hablar con otro, dejando su Post-it® oculto para usted (y no crea que esto lo hace involuntariamente).
Obviamente, si un cliente por cortesía retira el papel de otro, éste último pierde su lugar en la fila, así que indíquele que por favor se retire hacia atrás. Es probable que el cliente se resista, pero confiamos en que usted encontrará un método para hacerlo entrar en razones.
Cuando vea que ya no queda nadie con papelito, acérquese a paso firme y con actitud decidida al mostrador y haga su compra.
Antes de retirarse, pídale al dependiente que le quite el Post-it® de la espalda, pues la numeración puede ser incorrecta para el próximo negocio en el que ingrese.

Una vez más, las "Guías Colman® para gente verdaderamente estúpida" acude en auxilio del que más lo necesita.

®Post-it es una marca registrada de 3M. Las Guías Colman recomiendan Post-it para no perder la cola en la panadería. No acepte imitaciones.
® Fibonacci es una marca registrada de Fibonacci Enterprises. Se ruega no utilizar los números que la componen sin previa autorización del propietario de los derechos.
® Fila es una marca registrada. Utilice ropa deportiva Fila.
® Guías Colman es una marca a registrar por Polenta con Pajaritos. Se aceptan ofertas por la cesión de derechos.

jueves, 15 de noviembre de 2007

¿Soy sólo yo o...

... la palabra que corresponde para describir este accionar no debería ser precisamente "imprudente"?


miércoles, 14 de noviembre de 2007

Maldita informática

En días como hoy, en los que obligatoriamente paso tooodo el día frente a un monitor y luego ya sin obligación sigo frente a uno, siento que la computadora es incluso más que un vicio.
Lamentablemente, el cansancio me impide hacer un uso productivo de la misma y escribir algo medianamente pasable.
En momentos como este, tengo la sensación de que estoy terriblemente influenciado por la informática.
Y me enferma tanto darme cuenta que sería capaz de llegar hasta las últimas consecuencias para evitar esta sensación.
Y cuando digo "las últimas consecuencias" me refiero a las últimas consecuencias.
Sí, en cualquier momento le mando un mail al Señor Juez y me hago un Ctrl+Alt+Supr.

martes, 13 de noviembre de 2007

El gato de Mariano Mores

Vengo con una semana bien agitadita, así que dudo mucho que el cuerpo me aguante el ponerme a escribir después de más de doce horas fuera de casa.
Por ejemplo, hoy, mientras iba en el auto a buscar a mi esposa, se me ocurrió una hermosa y divertida historia sobre el gato que Mariano Mores tiene en la cabeza.
En realidad, la historia giraba en torno a que -por la edad del peluquín primigenio- el bisoñé de Mariano Mores ¡tenía también su propio gato arriba, tapando las rendijas!
El gato del gato de Mariano Mores nos contaba su historia de vida como suplemento pelandroso en esa estructura jerárquica que es el arduo escalafón de tapar peladas.
Gato conectado si los hay (más de una partuza y canita al aire se tiró junto al también famoso gato de Silvio Soldán), nido arrabalero de pasiones tangueriles... ¡imagínense por Dios que relato!.
Sí, imagínense nomás; el cansancio me puede. Tal vez algún día tome coraje y lo escriba.

Update: una lectora, a quien no voy a nombrar porque aún no decido si debo decirle Gab o Gabrielaa, acota con precisión suiza que donde decía "cañita al aire" debería haber dicho desde un principio "canita al aire".
Efectivamente, donde decía eso ahora dice otra cosa más mejormente correcta, así que ni se gasten en buscar la palabra "cañita".

domingo, 11 de noviembre de 2007

Buenos padres

No puede decirse que los padres de Cuerno hayan sido malos padres, a pesar de que no fue un hijo deseado.
Es cierto, nunca fueron efusivos y amorosos con él. Sin embargo, a pesar de que a veces reflejaran que Cuerno era como un intruso de la familia o un polizonte en la casa, lo criaron de la mejor manera.
Alberto, el padre, nunca le perdonó nacer en la flor de su juventud de casines y carreras de caballo. Antonia, la madre, jamás olvidó que por él tuvo que cambiar sus ajustados vestidos de fiesta por ropas más holgadas y amplias. Y además casarse bajo la deshonra de toda su familia.
Pero nunca le hicieron faltar nada a Cuerno. Al contrario.
Cuerno le decimos los amigos, ya que lo anotaron en el registro civil como Cornelio Hipólito Cristóbal.
En una época de marcelos, gustavos, carlos y fabianes, los nombres elegidos para Cuerno no le sentaron bien al juez de paz del registro.
"¿Por qué?", preguntó Alberto, "¿acaso no puedo ponerle el nombre de próceres de nuestro país?, ¿tiene usted algo contra nuestra historia?".
Incómodo, el juez, un hombre de padres alemanes, le aclaró que Cristóbal no era ningún prócer argentino, sino genovés.
"Ni genovés ni argentino", replicó Alberto ofuscado, "Cristóbal es un santo de la santa iglesia católica. ¿Va a oponerse también a mi religión?".
Sin más argumentos o ganas con los que el juez pudiera haberse opuesto por lo extemporáneo y ridículo del nombre, Cuerno fue bautizado Cornelio Hipólito Cristóbal para su propio disgusto en la adolecencia y para delicia de sus compañeros de primaria.
Los padres lo enviaron a la mejor y renombrada escuela técnica de la ciudad, sin escatimar en recursos. Doble escolaridad, actividades adicionales, absolutamente todo lo necesario para que Cuerno estudie y se forje un futuro.
En conclusión, Cuerno nunca pudo ser el contador o abogado con los que soñaba convertirse algún día.
Los padres, siempre en pos de conseguir lo mejor para Cuerno, le impedían salir a jugar con sus amigos del colegio, para preservarlo de las malas compañías. Siempre estaba encerrado, por su bien, ya sea en el aula o en su cuarto.
Por las mismas razones, no le permitieron concurrir al viaje de egresados de la escuela secundaria y tampoco le dejaban frecuentar chicas hasta edad muy avanzada, es decir, cuando ya no podían impedírselo.
Todas estas cuestiones marcaron a Cuerno de por vida y cualquiera en su lugar hubiera hecho florecer en su interior el más amargo de los resentimientos.
Sin embargo, no puede decirse que Cuerno fuera un mal hijo.
Cuando se dieron las condiciones, sin escatimar un solo centavo ni fijarse en ningún tipo de gastos, internó a sus padres en el mejor y más renombrado geriátrico que pudo conseguir en la ciudad.

martes, 6 de noviembre de 2007

Pelea de fondo

Se miraron el uno al otro como si toda la furia del mundo estuviera pujando por salir, contenida apenas por la fina córnea de sus ojos.
Ambos, con un leve contoneo del cuerpo y tensando cada uno de los músculos -prestos como resortes de una maquinaria destructiva a punto de salirse de control- mostraban en su actitud nervios, ansiedad y temor en partes iguales.
Quien iba a arbitrar la contienda, hablaba mitad con la boca y mitad con las manos, explicando reglas y brindando consejos que de cualquier manera nadie escuchaba.
A pesar de lo que cada uno de los contrincantes hubiera deseado, no se permitía la competencia a puño desnudo. Cada uno llevaba brillantes guantes de boxeo.
Solos, a excepción del árbitro, bailoteando bajo la luz de las farolas y los reflectores que enceguecían con sólo mirar los focos y soportar durante unos segundos la embestida feroz de langostas, cascarudos y otros perdigones voladores.
El club estaba lleno. Las tribunas de la cancha de basket -en cuyo centro habían improvisado el cuadrilátero que no era ni ring ni escenario- rebosaban de hombres y mujeres; éstas alcanzando a aquellos los vasos de acero con bebidas y los familiares de milanesa.
Cada espectador tenía a su favorito, aunque hubiera cambiado de bando una y mil veces, a medida que los elegidos fueron cayendo en las elimitarorias.
Ahora, en la final, sólo era el uno o el otro, sin medias tintas.
El murmullo crecía y un pequeño sarpullido de sudor molestaba en la nuca de los acalorados contendientes.
Uno de ellos golpeaba nerviosamente los guantes entre sí, moviéndose de izquierda a derecha y, sin parpadear siquiera, los ojos fijos en el otro par de ojos que lo estudiaban con el mismo afán de conquista.
El calor subía desde el piso, donde mugrientos chiquitos se arrastraban indiferentes a todo lo que no fuera buscar chapitas de gaseosa o de cerveza en el embaldosado deslucido.
Apenas unos segundos distaban del sonido deshipnotizante de la campana, apenas unos golpes de aguja en el reloj los separaban de la vorágine.
El árbitro se apartó un poco y levantó una de sus manos. Se quedó esperando que los combatientes cruzaran caballerosamente sus guantes pero pronto se resignó a que el gesto nunca iba a hacerse realidad. Dejó al fin desplomar su brazo.
Gong.
Sin demora, como percutores de revólver, ambos deportistas se entregaron en cuerpo y alma y - sin usar las manos invalidadas por aquellos guantes- sumergieron impiadosamente sus rostros en las fuentes con harina, buceando ahogados entre el polvo blanco, rastreando con sus bocas el caramelo esquivo que desde el fondo del recipiente los ascendería a la victoria.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Menú del día

Nada mejor para iniciar una buena cena o almuerzo que sentarse frente a una mesa bien preparada. A mí, particularmente, siempre me atrajeron la presentación de las servilletas, cuando están plegadas casi mágicamente formando alguna asombrosa figura. Para aquellos a los que les gustaría aprender la forma de sorprender a los invitados de esta forma, les dejo una página donde se explican paso a paso y mediante fotos muchos de estos secretos: Napkin Folding Guide. Ahora, sí, estamos en condiciones de empezar con el menú.

Entrada
Aperitivo liviano de viñetas, como para ir picando mientras van desfilando los platos. Una delicattessen creada por Juano.

Primer Plato
Minestrón peronista, un plato clásico y populacho de Amperio, elaborado con condimentos únicos
y ásperos como un buen borgoña.

Segundo Plato
Para jugar con todos los sentidos y darle un giro distinto al menú, tenemos para terminar con los platos fuertes a En La Radio, un sitio que sea tal vez la mayor compilación de accesos para escuchar las radios argentinas en vivo.
Por ejemplo, nunca pude escuchar la Rock & Pop accediendo desde su propia homepage, pero sí lo puedo hacer desde aquí. Una pinturita.

Postre
Creo que alguna vez ya mencioné este vínculo, pero igual vale la pena repetirlo: Morning Sunshine, de Orisinal, es la mejor colección de juegos infantiles que encontré en internet. La cuidada estética, la música que es una joya y la inocencia puesta en juego son francamente recomendables. No se pierdan de visitar este sitio.

Buen provecho.